martes, 18 de noviembre de 2008

Botchan


Natsume Soseki
Impedimenta, 2008
238 pp.





Botchan es un clásico en Japón. Es uno de esos libros que todo el mundo conoce y que los chicos han leído en la escuela o en casa de manera general. Ha sido una referencia, como libro entretenido y jocoso, para varias generaciones.

Se escribió Botchan en el momento justo en que empieza el siglo XX. Japón hace muy poco ha iniciado una transformación rotunda al abrirse hacia occidente. Sigue siendo un país de tradiciones y de cultura muy distintas de las europeas, pero el fin del período Edo marca, además de la liquidación del régimen feudal, el principio de un interés por el mundo exterior que tiene a Inglaterra y a Estados Unidos como referentes.

Natsume Soseki, el autor de Botchan, va a Londres para conocer de primera mano lo que ocurre en Europa. Su propia historia da pistas del país en el que transcurre la historia de Botchan. Su familia procede de viejos samurais venidos a menos que lo entregan en adopción a unos sirvientes. Esta familia que entrega al hijo se ocupa, sin embargo, de que estudie. Pasado el tiempo y con más de treinta años, después de haber ejercido de profesor en escuelas modestas, Soseki consigue una beca para marcharse a Londres donde, confiesa, vive los años más tristes de su vida.

Botchan se publica por entregas en un periódico y es un rotundo éxito. Trata de un joven estudiante, Botchan, que termina su carrera y encuentra trabajo como profesor en un instituto perdido en alguna de las numerosas islas que componen Japón. La experiencia de Soseki, que ha vivido la misma trayectoria, se refleja en el libro, pero el secreto del éxito de Botchan no está tanto en las circunstancias y hechos que narra, como en la curiosa personalidad del protagonista, imprevisible, ilógica y casi siempre con alguna componente que a quien lee le parece fuera de lugar.

El lector esperaría de Botchan un joven maduro en el momento en que se incorpora a las tareas de profesor: sensible al entorno, previsor, prudente… En lugar de eso, Botchan es un joven disparatado, aunque no vacío. Se guía por un alto sentido de lo que considera los principios morales. La verdad, el deber, el respeto, la fidelidad son para él imperativos a los que no renuncia. Pero la vida lo enfrenta a situaciones en que lo trivial e incluso lo miserable se entremezclan con ese mundo de elevados valores con el resultado de situaciones de esperpento.

Botchan causa estupor y risa. Pero también lástima como sujeto de ingenuidad extrema sometido a las intrigas del mundo real. Porque a las débiles armas de que dispone nuestro héroe para manejarse a sí mismo en un mundo que lo desborda se añade la maldad del entorno, reflejada en las luchas de intereses y en las inquinas poco confesables que mueven a los perros viejos que son los colegas del instituto.

El libro empieza poniendo el foco de la acción sobre Botchan que se va dibujando como personaje centrado en su propia realidad, lo que equivale a decir descentrado con respecto a la realidad que le rodea. Pero a medida que avanza, el relato se abre y lo que aparece es un Botchan empujado por el oleaje, para él incomprensible, que levantan quienes le rodean, todos más maliciosos que él.

Tal vez la mejor descripción de Botchan la hace el traductor, José Pazó, en la introducción del libro. Dice que Botchan es como Forrest Gump. Y salvando las distancias es probablemente la comparación más ajustada al personaje.

A pesar de lo que dicen numerosos comentarios sobre el libro, no creo que hoy sea Botchan una lectura recomendable para los chicos. Quienes nacieron en una cultura televisiva difícilmente encontrarán seductor al personaje de Botchan ni a la historia que se teje alrededor suyo. Pero en cambio, al lector más sosegado, a quien desee leer entre líneas, a quien tenga el humor de desentrañar todo cuanto hay detrás de este personaje quijotesco y de la sociedad que hace posible que exista, el libro le parecerá divertido, lleno de interés y un buen reflejo del mundo en el que la acción transcurre.


No hay comentarios: