viernes, 2 de enero de 2009

Vida imperial en la Ciudad Esmeralda. Dentro de la Zona Verde de Bagdad


Rajiv Chandrasekaran
RBA, 2008
366 pp.






¡Esto sí que es un viaje! Y pido de antemano excusas por la ligereza de mi comentario.

La primera pregunta a hacerse es si es éste un libro asimilable a la literatura de viajes. Creo que la respuesta es que sí, aunque quizás requiera una explicación. Pocos viajeros se acercan hoy a una agencia de viajes a reservar un vuelo hacia Bagdad. De acuerdo con ello, casi nada que tenga que ver con esta ciudad o con Irak entraría en el género literario del que hablamos. Además, es éste un libro con un fondo político indudable que también parece alejarlo del tema.

Pero dicho esto, la realidad es que el Irak de esta inmediata posguerra que debía haber sido una etapa muy provisional se alarga trágicamente y lo que pudiera parecer una situación dramática pero de corta duración ha acabado por instalarse y modelar el país entero de tal forma que sus efectos serán por mucho tiempo los que condicionarán la vida cotidiana y muchos de los rasgos sobre los que acabará por reconstruirse el país.

Quizás la pregunta sea ¿hay que hablar de Irak? Y la respuesta para todos aquellos a quienes interese hacerse una idea de cómo es el mundo en el que viven es, evidentemente, sí.

Deseo empezar diciendo que Vida imperial en la Ciudad Esmeralda es un libro tan ameno como aleccionador. Se lee con facilidad, a veces con una sonrisa que nace de lo que, salvando su aspecto trágico, raya en un montón de ocasiones el disparate, y siempre con la sensación de asistir casi desde primera fila a unos hechos conocidos pero de los que el lector de periódicos desconoce muchas claves. Estamos pues ante un libro ‘iluminador’ de unos hechos recientes –si no vivamente actuales- tan oscurecidos por la falta de información como por las noticias interesadas lanzadas por gobiernos, instituciones y medios de comunicación. Con este libro, una voz autorizada y fuera de los registros habituales aporta una visión clarificadora, independiente y en muchos aspectos, también, demoledora.

¿De qué trata el libro? Básicamente de cómo se preparó la reconstrucción de Irak inmediatamente después de la intervención puramente militar para hacer del país una democracia moderna, económicamente exitosa y ejemplar para los países de su entorno.

Pocos propósitos podrían haber concitado mayor acuerdo e incluso elogio que un objetivo tan bien intencionado. Y sin embargo nada funcionó. Desde el principio parece claro que los medios no son los apropiados para una tarea tan necesaria como razonable. Y no lo son porque la realidad es mucho más compleja que los buenos propósitos. Y porque una intervención militar es una obra de una envergadura tal que condiciona y supedita cualquier otra operación por bien intencionada que sea.

Vida imperial en la Ciudad Esmeralda es un inventario de tropiezos y de errores en la interpretación de la realidad explicados con detalle hasta el punto de ridiculizar la actuación del gobierno norteamericano hasta el extremo. Lo que hubiera debido ser, por su trascendencia militar, política, histórica… una acción en manos de expertos, ejecutada a la perfección, se convierte en una sucesión de despropósitos donde brilla el desconocimiento, la falta de experiencia, la insuficiente planificación y el error en las apreciaciones sobre la realidad y en las decisiones que siguieron a estas.

Pocas cosas se hicieron a derechas. Y es que poco podía hacerse cuando el Pentágono tenía en escasa o ninguna estima las posiciones del Departamento de Estado, y cuando el Departamento de Estado trataba de evitar que la CIA impusiera unos objetivos de los que desconfiaba radicalmente, y cuando la Casa Blanca dejaba sin dirección a quienes debían tomar decisiones a la espera que los acontecimientos dieran la razón a unos o a otros, y cuando los hombres destacados sobre el terreno –en esa Ciudad Esmeralda con que se bautizaba a la bunkerizada Zona Verde- vivían alejados de la realidad que los rodeaba en medio de las diferencias entre los superiores y entre las instituciones.

Ejemplar y, por qué no decirlo, divertida, Vida imperial en la Ciudad Esmeralda resulta una verdadera lección de lo que no debía haber sido. Y abre un interesantísimo ángulo de visión sobre el Irak del presente y del futuro. Aunque el foco se centra en la Administración norteamericana del Irak ocupado, habla también, como no podía ser de otro modo, de la realidad del país, de sus políticos, de su capacidad o de su idoneidad para sobreponerse al terrible trauma de la intervención militar y para construir un país viable. Y entre medio del lío que crea la situación, habla también de la población de trabajadores, de funcionarios, de militares, de antiguos militantes en las organizaciones del régimen caído y de la dificultad de todos ellos de reencontrar un lugar donde agarrarse en medio de una situación degradada hasta el extremo, anárquica, insegura y presidida por la desesperanza.

Vida imperial en la Ciudad Esmeralda no es un libro cualquiera. Con soltura y con desenfado es un repaso –entiéndase en todos los sentidos- a la gestión de la guerra y de la posguerra por parte del que se supone el país mejor preparado del mundo. Y es también el relato de cómo han convivido dos realidades –la de la ‘ciudad imperial’ de la Zona Verde y la del Bagdad real a extramuros de la anterior- despegadas una de la otra pero obligadas a encontrarse en algún momento para hacer de Bagdad la ciudad espléndida que debiera ser.


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