martes, 21 de abril de 2009

Muerte en Persia


Annemarie Schawarzenbach
Minúscula, 2008
182 pp






Annemarie Schawarzenbach, de familia adinerada, elitosa, intelectual y culta, transgresora, liberal y liberada pertenece a esta estirpe de mujeres escandalosas y admiradas en lo más selecto del mundo intelectual y de vanguardia en la Europa de allá por los años 30.

Sensible en extremo, sufre el desasosiego y la angustia de los artistas y vive en una atmósfera dominada por la estética del sentimiento.

Persia la atrae y la tortura. Ha viajado sobradamente por países exóticos, ha vivido en el Moscú soviético que tiene ya el carácter mestizo de la mezcla entre Europa y Asia y que representa el mundo nuevo nacido de la Revolución.

Persia también representa otro mundo, pero es el pasado. Un universo misterioso y agobiante donde todo la admira y la desborda. La suya es una escritura poética que transforma lo real en sensaciones, casi siempre abrumadoras.

El calor, omnipresente, insoportable, acude a cada instante y marca pesadamente la escena. Lo que cuenta Annemarie Schawarzenbach es real y no lo es. Es el Irán que ella vive, a pesar suyo. A modo de excusa ha ido al país, entre otras cosas, porque participa en las tareas arqueológicas que alemanes y norteamericanos sostienen para desenterrar el fabuloso patrimonio de la antigua Persia. Pero incluso el entorno intelectual y académico que la rodea le resulta insuficiente para calmar una ansiedad que además se ve alimentada el poderoso influjo de la geografía y de la leyenda del un país que resulta desbordante para ella.

El halo casi sobrenatural que rodea a las montañas, el discurrir de los valles que llevan hasta lugares desconocidos, las caravanas de camellos y el sonido de las campanillas que cuelgan de los arreos, el grito de los que conducen los caballos cubiertos de leyenda del shah, la luna sobre Persépolis y la sombra fantasmal de los viejos monumentos en ruinas, el sufrimiento de las horas y horas de acalorada pesadumbre que exige el atravesar las áridas estepas iraníes, el hartazgo del alcohol que sirve de consuelo en esta tierra embrujada y cruel, el delirio que produce la enfermedad cuando supera las propias fuerzas… todo le llega al lector tamizado por el filtro intenso de una sensibilidad sufriente y marcada por la desesperanza.

Estamos acostumbrados a una literatura de viajes donde predomina la información –aunque sea elaborada o interpretada por quien escribe- que nos acerca al mundo real y a las gentes que lo habitan. El relato de Annemarie Schawarzenbach se desliza al otro extremo, al que disuelve el conocimiento y la experiencia en un discurso donde todo es sentimiento. Un sentimiento poderoso, elaborado y vivido hasta el detalle, personal, lleno de matices y de colores que permite al lector sentir, más que mirar, esa Persia que tan intensamente sedujo a Annemarie Schawarzenbach.

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