lunes, 29 de junio de 2009

El rey de las Dos Sicilias


El rey de las Dos Sicilias
Andrezej Kusniewicz
Anagrama, 2009
307 pp.

¿Han visto alguna vez un capítulo de la serie televisiva Mujeres desesperadas?¿Recuerdan el formato personalísimo de la narración, hecha por una tercera persona...


Andrezej Kusniewicz
Anagrama, 2009
307 pp.





¿Han visto alguna vez un capítulo de la serie televisiva Mujeres desesperadas?¿Recuerdan el formato personalísimo de la narración, hecha por una tercera persona que anuncia y describe lo que pasa o está a punto de suceder dirigiéndose al espectador que, por este procedimiento, se hace cómplice y se ve formando parte del relato?

Pues algo muy parecido ocurre con El rey de las Dos Sicilias. Aunque en el caso de nuestro libro, con la singularidad -propia de la literatura- de que no hay un espacio visual como ocurre en la televisión y que la voz de esta persona en primerísimo plano de la que surge el relato debe componer la escena con todos sus elementos –objetos, personas, situaciones, ambientes…- y crear, así, el mundo que se le ofrece al lector.

Andrezej Kusniewicz juega con este atrevimiento y empieza desde la primera página relativizando su discurso y proponiendo, en seguida, otra situación distinta de aquella por la que había empezado, otro escenario u otros personajes que valen igual que los iniciales para hacer avanzar el libro, o tan poco como ellos cuando también sean sustituidos por otros nuevos para dibujar la siguiente escena.

Andrezej Kusniewicz es uno de los grandes novelistas polacos del siglo XX. Y muestra en El rey de las Dos Sicilias su erudición y su conocimiento de la historia. Su novela es capilar y con este proceder de abrir escenarios alternativos, todos ellos sustituibles, ninguno aparentemente esencial, construye una historia que retrata Centroeuropa a principios del siglo. Este imperio austro-húngaro todavía rutilante, barroco y clásico, ordenado y de paso lento es el lienzo sobre el que se desenvuelve la acción de la vida en un momento –el del atentado del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo- que el lector conoce en toda su trascendencia y sabe que llevará a la monarquía y a todo su mundo al ocaso.

Andrezej Kusniewicz arranca su relato en este punto y se entretiene en él. Como en los cuadros de las grandes batallas o los de El Bosco concibe en su mente un universo entero y acercando su lupa a la tela una tras otra desarrolla las distintas escenas que dibuja con detalle para dejar constancia de lo que ocurre en un lugar y en otro y para componer mediante la suma de todas un mosaico consistente en su conjunto.

Hay en la literatura de viajes narraciones sustantivas que siguen un guión y componen esa senda que hilvana el discurrir del viajero de un lugar a otro. Son las huellas de un tránsito, de un encuentro con lugares y con gentes. Transmiten la experiencia que es, en definitiva, la esencia del viaje.

Hay otros libros, y éste es uno de ellos, que están en la periferia. No forman parte de la acción sino del atrezzo sin el cual no habría luz ni atmósfera en la escena. El rey de las Dos Sicilias pone el decorado a una Europa Central que los españoles conocemos sólo por referencias. Austria, Hungría, Serbia, Bosnia… están presentes en la novela bajo el paraguas del imperio. En su conjunto forman una amalgama, cuyo cemento es la administración imperial, donde se mezclan naciones y pueblos de orígenes diversos, raíces distintas y viejas culturas. Pero forman también una sociedad que se asoma al nuevo siglo y que el lector sabe que está a punto de cambiar para siempre y de forma dramática.

Quienes deseen acercarse al corazón de Europa, tendrán en El rey de las Dos Sicilias un excelente balcón desde el que mirar y familiarizarse con la historia reciente de lo que ha sido el crisol del que surgieron muchos de los rasgos de carácter de nuestro continente.

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