lunes, 7 de junio de 2010

Al norte del Nilo Azul. El mundo de los gumuz, un pueblo marginal de Etiopía.


Al norte del Nilo Azul
P.Juan González Núñez
Mundo negro, 2010
342 pp.

Los gumuz forman una etnia que habita el occidente de Etiopía. Es una etnia perdedora. Quienes la forman son negros, en un país de gentes de piel oscura sea cual sea la comunidad a la que pertenecen...


P.Juan González Núñez
Mundo negro, 2010
342 pp.





Juan González ha escrito el libro de introducción a Etiopía –Etiopía, hombres, lugares y mitos- seguramente más leído en español. Hablaba en él de personajes ilustres, de las raíces históricas, de la evolución del país a lo largo de los siglos, de la religión, de los habitantes, del presente...

Pero Etiopía es mucho más. Es un mosaico de etnias, de lenguas, de culturas y de tradiciones. Y conocer esta mezcla abigarrada significa también darle la vuelta a la lente con la que miramos y en lugar de enfocar a la totalidad fijar la atención en una de las partes para aproximarse a su vida, comprender sus particularidades, vislumbrar su relación con el resto de las piezas que componen el país y entender también lo que puede ser el país entero considerado como suma de retales tan diversos.

Esto es lo que hace Juan González con su nuevo libro Al norte del Nilo Azul, editado con la modestia habitual de editorial Mundo Negro y distribuido también de manera precaria, de modo que no será de extrañar no encontrarlo fácilmente en la mesa de novedades de las librerías. Habrá que tomarse el trabajo de pedirlo, pero no se arrepentirán de ello los aficionados al tema.

Juan González es un misionero. Vaya ello por delante para cogerle el punto al libro. Y habla en este nuevo texto de los gumuz. Los gumuz forman una etnia que habita el occidente de Etiopía. Es una etnia perdedora. Quienes la forman son negros, en un país de gentes de piel oscura sea cual sea la comunidad a la que pertenecen. Pero un país también donde los que proceden de las etnias mayoritarias -los oromos, los amara…- no se ven a si mismos negros –se dibujan de piel clara cuando se pintan en los frescos de las iglesias- y reservan el atributo de la negritud a las comunidades de rango inferior.

Los gumuz son negros a los ojos de sus vecinos, fueron esclavizados y han sido expulsados a lo largo del tiempo de las tierras altas, fértiles y saludables que ocuparon a las tierras bajas, calurosas y de agricultura pobre que se extienden en las proximidades del Nilo cuando discurre hacia la frontera con Sudán.

Entre los gumuz va a instalarse Juan González. Escribir sobre ellos sería más propio de un antropólogo. Pero es casi seguro que nuestro autor les lleva ventaja porque puede prescindir del rigor expositivo a que obliga la ciencia para hablar más llanamente y exponer lo que un viajero puede encontrar. Además, en su papel de misionero, Juan González es un experto en penetrar en comunidades ‘perdidas’, en hacerse un hueco dentro de ellas y en tratar de comprender cómo son.

Desde luego los gumuz no son fáciles. No hay en Juan González el ‘buenismo’ que consistiría en derivar cualquier cosa de los gumuz hacia el limbo de lo natural y por consiguiente de lo bueno. El buen salvaje no está en la perspectiva del autor porque ni las cosas son tan simples como parecían en la época de la Ilustración ni los gumuz son salvajes. Son un pueblo cargado de historia y de experiencias, muchas de ellas traumáticas, eso sí, que pueden explicar algo de su presente.

Entre sus vecinos, los gumuz tienen fama de peligrosos y las estadísticas confirman su comportamiento violento. Incluso entre ellos, los gumuz son ariscos. "Los gumuz no dan habitualmente las gracias…. Y es que ni siquiera hay en el vocabulario gumuz una palabra apropiada para dar las gracias.". "Si alguien roba a una joven para tomarla por esposa, la familia de ella recurrirá al asesinato, a no ser que intervengan tempestivamente los ancianos para arreglar el asunto."

No parece éste un entorno fácil donde integrarse. Sin embargo Juan González lo hace y consigue moverse entre los gumuz con naturalidad, sin especiales problemas y con un buen nivel de comunicación. Los gumuz no hablan amárico, de modo que a la distancia que separa su mundo del de un europeo hay que añadir el idioma. Pero Juan González indaga, pregunta, insiste entre las personas con quienes entra en contacto: mujeres, hechiceros –si fuera apropiado hablar de este término-, jefes de comunidad, curiosos que se acercan a la misión y simples vecinos de los poblados.

Y de todos extrae información y va recomponiendo la historia de este pueblo, el modo como se relacionan sus miembros, la vida familiar, las creencias, los cambios a que ha estado sujeta su vida reciente y los que seguramente sufrirá en un futuro próximo.

Por supuesto, y como misionero, dedica también atención a la incidencia de la labor que los misioneros realizan y que sin duda tiene también interés para el lector, comulgue o no con la doctrina religiosa. La labor educativa, el apoyo social, la semilla de modernización que aportan los misioneros –unos misioneros mucho más modernos que aquellos que se asociaban a las viejas huchas de Domund- se mezcla con los cambios que la cultura y los modos de vida de los gumuz experimentan y que sufre de modo irreversible el entorno donde se asientan.

Un mundo desconocido se abre con la lectura de Al norte del Nilo Azul. Y una Etiopía distinta, más allá de la cristiana cobra cuerpo con el detalle de quien cuenta como es la vida de las personas y como es un mundo que sin duda está llamado a desaparecer. Juan González Nuñez es el artífice de este relato y el que llevará de la mano al lector por esta comunidad desconocida.

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