lunes, 26 de julio de 2010

En el Gallo de Hierro


En el Gallo de Hierro
Paul Theroux
Zeta Bolsillo, 2009
608 pp.

A mediados de los 80, Paul Theroux recorrió durante un año China. Inició su periplo en Londres y no lo terminó hasta llegar al Tibet...

Paul Theroux
Zeta Bolsillo, 2009
608 pp.





Publicado por Oscar Guinea

Dos libros de ficción, Kowloon Tong y La costa de los mosquitos, fueron mi primer contacto con Paul Theroux a pesar de mi declarada afición a la literatura de viajes. Ambas me dejaron tan buen sabor de boca que me animaron a hincarle el diente a uno de sus relatos más conocidos en el género viajero.

A mediados de los 80, Paul Theroux recorrió durante un año China. Inició su periplo en Londres y no lo terminó hasta llegar al Tibet. A lo largo de este dilatado itinerario se desplazó únicamente por ferrocarril. En el Gallo de Hierro (que toma el nombre de un conocido tren chino) narra las experiencias de este singular viaje.

Theroux, como buen viajero, se mueve guiado por la máxima de que para conocer un país hay que mezclarse con sus gentes. Por este motivo, tanto su modo de viajar como los lugares que visita, donde come o duerme están en las antípodas de lo que suele ser habitual en los turistas. Theroux se sumerge, además, en el medio con la soltura que da conocer el idioma. ¿Lo conoce? La verdad es que no queda nada claro, pero el lector se lleva la impresión de que sí ante su habilidad en obtener información y en averiguar particularidades y detalles de cuanto le rodea. Entre la gente, se entera de sus costumbres, de la relación entre éstas y los sentimientos estéticos, de los gustos arquitectónicos y así, discurriendo sobre elementos culturales diversos, consigue ir desvelando espacios de realidad para ayudar a entender un país tan complejo como es China.

En la época en la que está escrito el libro China era un país sólidamente socialista. No es que no lo sea ahora, es que entonces estaba en el inicio de este abrirse a Occidente que la ha convertido en una potencia hoy. No hacía todavía mucho de la muerte Mao Tse-tung, que estuvo al frente del poder desde 1949 hasta su desaparición en 1976. El partido comunista dirigía sin fisuras los medios de comunicación y la imagen de China resultaba una construcción artificial que poco tenía que ver con la realidad.

Theroux, familiarizado con el pensamiento de Mao, quiere saber de primera mano las consecuencias de la dictadura y busca en el relato de los chinos con quienes habla opiniones directas sobre la situación. La imagen de la Revolución cultural, con sus penalidades extremas sigue proyectando sus sombras y resuena en las entrevistas a las personas que la vivieron directamente -a trabajadores o a los estudiantes de la época- para hacer un retrato de la realidad del país con el que se encuentra.

El estilo de Theroux es ameno, irónico y honesto. Su forma de escribir, muy periodística, transcribiendo conversaciones de gentes con las que se encuentra, amenudo con un toque de humor, le permite desarrollar sus propias opiniones y ofrecerlas al lector de manera ágil. Theroux no quiere pontificar. Es consciente de la parcialidad que todo autor introduce en su relato:

"El libro de viajes es una autobiografía en tono menor…" o " Todo libro de viajes revela más sobre el viajero que sobre el país recorrido"

Pero el reconocimiento de que la objetividad es no es una meta alcanzable tampoco le impide expresar su opinión con fuerza. Una cosa es ser comprensivo y otra callar lo que uno ve. Y no todo lo que ve le parece digno de elogio.
"La arquitectura china es tan fea que no hay mayor absurdo que pedir a un arquitecto chino que diseñe un edificio, (un imposible) comparable al de pedir a un americano que sea humilde."
"Los chinos muestran una lamentable tendencia a tomarse a si mismos y a sus proyectos demasiado en serio."

Theroux juzga las costumbres de los chinos y los comportamientos derivados de la situación del momento (la arquitectura, la planificación de las ciudades, la ineficacia del funcionariado y de la burocracia) con una dureza que da la sensación de que padece más de lo que disfruta de su viaje. Pero también –y sin olvidar su habitual tono irónico- muestra admiración por la solidaridad, perseverancia y la honestidad de las gentes que encuentra.

Han pasado más de veinte años desde que Theroux emprendió su viaje a una China poco menos que desconocida en occidente. Desde entonces el país ha dado saltos de gigante. El texto de Theroux, sin embargo, sigue siendo una referencia y una ocasión excelente para disfrutar de un clásico de la literatura de viajes, repleto de anécdotas, rico en situaciones y lleno de interés a lo largo de todas sus páginas.

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