martes, 15 de febrero de 2011

Un general confederado de Big Sur


Un general confederado de Big Sur
Richard Brautigan
Blackie Books, 2010
167 pp.

Ni un cinco por ciento de los libros que pueden tener que ver con la literatura de viajes muestran algún género de humor. Éste lo tiene a raudales y por esto merece que se le preste atención...


Richard Brautigan
Blackie Books, 2010
167 pp.





Ni un cinco por ciento de los libros que pueden tener que ver con la literatura de viajes muestran algún género de humor. Éste lo tiene a raudales y por esto merece que se le preste atención.

¿Pero es sólo eso? Ni mucho menos. Resulta que el autor, es un escritor, como se llama ahora, de culto. Un hombre rematadamente maldito, de la generación de los que se dedicaron a la contracultura, entre hippy y ácrata, absolutamente inapropiado en sus opiniones y aficiones y olvidado, para más señas. Y que sigue una tradición literaria que viene del humor inglés, que entiende que el humor es legítimo y un signo de inteligencia. Y viene también del humor de la ‘colonia’ norteamericana, que además se siente libre para explorar temas y situaciones sin cortapisas morales, hijas todavía del “qué dirán”.

Mark Twain asoma tras Un general confederado de Big Sur con la picaresca descarada de Tom Sawyer y de Huckleberry Finn. Y todavía más, se hace presente en las páginas de este libro que comentamos Tom Sharpe o John K. Tooke y su Conjura de los necios hecha de personajes desharrapados, directamente desagradables, pero hilarantes en su cutrería, falta de escrúpulos y de criterio, y adaptados a su manera a la realidad en la que deben vivir, una vez ‘tuneada’ para hacerla no sólo tolerable sino apropiada a sus experiencias y desvaríos.

Richard Brautigan, el autor de nuestro “general confederado”, inventa una trama, pero se diría que es él mismo quien está en el centro del relato. Un relato norteamericano hasta la médula. Californiano, soleado, libre-libertario y enloquecido que discurre alrededor del Big Sur.

¿Sabe alguien qué es el Big Sur? Brautigan lo rescata del olvido como manifestación del absurdo. Es un pedazo de tierra que presenta como desértica, perdida en mitad de ninguna parte entre el Pacífico y la sierra de Santa Lucía, olvidada en el camino entre San Francisco y Los Ángeles, convertida en secarral donde sólo algunos gatos, y unos desheredados –felices a pesar de todo ¿o no?- viven y despliegan los mitos de ese viejo (¿?) país que es Norteamérica, construido a base de batallas medio olvidadas y de personajes confusos que ayudan a huir de la realidad y crear otra absurda en la que se mueven nuestros personajes.

“La primera vez que oí hablar de Big Sur no sabía que había formado parte de los difuntos Estados Confederados del América, un país que pasó de moda igual que pasan las ideas, las pantallas de las lámparas o un tipo de comida que la gente ya no cocina.”

Con esa aproximación, Brautigan nos habla del envés de esa moneda cuya cara brillante es Sausalito, el Silicon Valley o la universidad de Stanford y que en nuestro caso muestra la vida mísera, tramposa e improvisada de personajes de derribo envueltos en el humor que genera el absurdo.

Una cara de América poco habitual es la que se muestra en Un general confederado de Big Sur . El título ya es desmitificador porque el lector se entera pronto de que el general es una entelequia: que no existió nunca. A lo sumo hubo un soldado fuera de lugar con vocación de cualquier cosa menos de héroe. Un buen tazón de una América sin gloria es lo que nos ofrece Richard Brautigan y un buen rato de lectura también entre sonrisas alimentadas por una sucesión de situaciones disparatadas.

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