martes, 26 de abril de 2011

Viajes hacia el Este. Relatos más allá del meridano 20ºE


Viajes hacia el Este
Carlos Ferreiro Sánchez
Librería Arenas, 2010
247 pp.

El prólogo del libro destaca que no se trata de una guía de viajes ni tampoco de un libro de viajes al uso. Su tono es más el de un turista que el de un viajero...


Carlos Ferreiro Sánchez
Librería Arenas, 2010
247 pp.





El prólogo del libro destaca que no se trata de una guía de viajes ni tampoco de un libro de viajes al uso.

Los libros de viajes suelen pretender descubrirle al lector lugares insólitos o, al menos, ofrecerle miradas insólitas de lugares exóticos. Aquí estamos hablando de cosas más próximas a la normalidad aunque no por ello poco interesantes. El autor tiene la afición de viajar. Ha recorrido multitud de países y nos habla en su libro de sus experiencias a lo largo de numerosos lugares de oriente empezando por Egipto y terminando en Vietnam.

Su tono es más el de un turista que el de un viajero y seguramente es así porque su forma de viajar y de verse a sí mismo en el viaje está más próxima a lo que es hoy habitual en la mayoría de personas que se mueven en sus vacaciones por el mundo que en aquellos que hacen de su viaje una aventura excepcional y la convierten en única.

Los viajes que nos cuenta Carlos Ferreiro son los que podemos hacer todos. Ferreiro hace viajes de ‘agencia de viajes’, con sus vuelos reservados, sus hoteles reservados también antes de salir de su casa, con guía que lo recoge en el aeropuerto y que tiene a su disposición un coche… Y nos lo cuenta porque esos son los mimbres que sostienen sus recorridos por cada uno de los países que visita. Nos habla de los aeropuertos y también de los restaurantes en los que come aquí y allá, y de los hoteles donde se aloja, de lo atento y eficaz del servicio, y de los guías que en los distintos lugares lo atienden.

Dicho esto, que sirve para marcar el tono de la narración, su relato va, por supuesto, mucho más allá. Cuenta un montón de cosas que le llaman la atención porque viaja con los ojos bien abiertos. Y las cuenta con mirada de turista –sin que el término suponga un demérito. En Kenia nos habla de cada parque, de los animales que hay, de cómo se visitan, de quienes los pueblan, de cómo es una aldea masai. Nos habla de los caminos cuando se va en coche de un lugar a otro, de la actividad que se desarrolla a sus orillas, de los rebaños, de los pueblos, de las mujeres y de los hombres que ve y de cómo visten. Y lo mismo en las calles que rodean a la mezquita Jama Masjid en Delhi, con mercadillos y gentes, olores a comida, apretujones…

Si la literatura de viajes acostumbra a ser una literatura 'culta', Viajes hacia el Este caería dentro del género –y voy a tomar prestado el nombre del ámbito musical- de literatura de ‘ambiente’.

Carlos Ferreiro nos lleva a la calle, describe mercados, mezquitas, estaciones y todo aquello por donde pasa con habilidad y con suficiente acumulación de detalles como para hacernos sentir en el mismo lugar del que nos habla. Los campesinos, los animales, el suelo cenagoso, el color, los gestos, las miradas, las calles, los patios, los pasadizos, las esquinas... todo crea un mundo de sensaciones al que se une también la inevitable reflexión que hace el turista cuando viaja y constata las diferencias entre su propio mundo y el que descubre allí donde se encuentra. Ferreiro transmite comprensión por un lado, interpretaciones personales en ocasiones y admiración muchas veces. Y transmite también temor, el temor ante lo desconocido y que se percibe como amenaza, como ocurre en Nairob,i donde los habitantes ociosos, sentados en las esquinas, mirando al extranjero sin disimulo, despiertan el inquietante sentimiento de la inseguridad y apagan la simpatía hacia la gente que hubiera surgido si las sensaciones hubieran resultado más cómodas.

Viajes hacia el Este se ordena como una sucesión de experiencias en países y lugares distintos, parecidas a las que puede tener el propio lector cuando viaja. Por ello es un libro próximo y que se lee con facilidad. Y, porque es variado, se lee también con soltura y con sensación de novedad a medida que se avanza en las páginas y en este viaje que termina en el océano Pacífico. Estamos ante un libro ‘llano’, diferente, entretenido y con información que con seguridad será útil para quien tenga intención de seguir los pasos del autor.

Leer más…

lunes, 11 de abril de 2011

Los hombres leopardo se están extinguiendo. Sierra Leona, África y la ayuda internacional.


Los hombres leopardo se están extinguiendo
Chema Caballero
PPC, 2011
269 pp.

No parece que Sierra Leona sea hoy el destino de muchos viajeros. En paz desde hace unos años, dando los primeros pasos de un camino que vislumbra la prosperidad...


Chema Caballero
PPC, 2011
269 pp.





No parece que Sierra Leona sea hoy el destino de muchos viajeros. En paz desde hace unos años, dando los primeros pasos de un camino que vislumbra la prosperidad, pesa todavía sobre el país el efecto de una larga guerra que tuvo sumida a la región y que se desarrolló más o menos en paralelo en la vecina Liberia con resultados terribles.

Como no podía ser de otro modo, el libro de Chema Caballero empieza por ahí: por la guerra que representó una auténtica tragedia, que supuso la ruptura del modo de vida tradicional, que marcó de manera traumática la experiencia de los jóvenes pero que terminó abriendo paso a un futuro esperanzador.

Si la guerra fue noticia, advierte el autor que la paz ha quedado oculta por el silencio y los mismos medios que hablaban de violencia “no han hecho nada por contar que ese horror terminó ya hace ocho años y que ahora Sierra Leona es un lugar distinto, un país donde las gentes intentan reconstruir sus vidas y mirar hacia el futuro”.

Del futuro o, mejor, del presente nos habla Chema Caballero una vez nos pone en antecedentes de los años en que ‘frentes’, guerrillas y ejércitos campaban por el país y se adentraban en la selva para aterrorizar a la población civil. Chema Caballero es extremadamente ágil en la escritura que combina el relato propio con infinidad de anécdotas y con el diálogo con las personas con las que trata y que son muchas.

Nos habla desde la región de Tonko Limba, cubierta de selva próxima a la frontera con Guinea. Y ¿qué hace Chema Caballero perdido en este rincón del mundo? Es misionero y está comprometido con el desarrollo del país. Un desarrollo que entiende debe basarse en la expansión de los derechos humanos, de la salud y sobre todo de la educación. Pero el tono del libro ni es religioso, ni transmite militancia en organización alguna. El discurso de Chema Caballero es el de un hombre práctico y experimentado. El de un hombre que se siente a gusto allí donde está y que ha sabido hacerse un hueco entre la población. Seguramente por ello, porque siendo blanco ha conseguido formar parte de su entorno, ve en el desarrollo de la educación la condición para sacar al país adelante.

Que haya intención y voluntad de mejora en las condiciones en que vive la población no supone que el libro sea, ni mucho menos, un catálogo de buenas intenciones. Su gran atractivo está en que nos lleva a descubrir una sociedad que está en las antípodas de la nuestra y que al extranjero le cuesta comprender. Un sinfín de temas aparecen en sus páginas y todos ellos con algún elemento de sorpresa que nos permite acercarnos a la vida africana y aprender de ella. Imposible mencionarlos todos aquí porque cada ángulo de la vida tiene en la población de Sierra Leona un relato distinto del que posee en Europa.

Llama la atención a Chema Caballero el poder de los ancianos. Destaca que se ejerce sobre los jóvenes de forma inequívocamente interesada y que se utiliza para sofocar la iniciativa de éstos cada vez que emprenden algo que pueda resultar una competencia o un perjuicio para ellos. La búsqueda de beneficio en casi cualquier aspecto de la relación entre las gentes es otro de los temas que llaman la atención porque suspende los valores morales que tenemos en occidente y los sustituye con toda naturalidad por un objetivo de ganancia en todos los órdenes de la vida.

La sexualidad entre los jóvenes –la palabra amor no existe en el idioma limba- ocupa parte del libro, como la corrupción de las autoridades y las instituciones, ‘oenegés’ incluidas. Las sociedades secretas, la salud y los curanderos, los magos, los adivinos y los hechiceros, la vida en las escuelas, el fútbol, los nuevos negocios, la enfermedad… mil aspectos de la vida surgen de anécdotas y del relato de quienes las viven mostrando la realidad del país a pie de calle, a pie de pueblo o a pie de selva.

Si la literatura permite viajar incluso sin salir de casa, Los hombres leopardo se están extinguiendo se convierte en un viaje amplio y ameno por Sierra Leona. Es un viaje sorprendente, curioso muchas veces y amable también, a pesar de que no oculta aspectos escalofriantes que no rompen la lectura grata pero que tampoco ocultan al lector hechos que debe conocer.

He dicho que Chema Caballero es excelente escritor y también misionero cristiano. Ha sido asimismo colaborador del tribunal internacional de La Haya sobre crímenes de guerra en Sierra Leona. Y como implicado en el conflicto sostiene también sin pelos en la lengua que “en África no existen guerras étnicas ni de religión.” Detrás de cada guerra hay un interés económico cuya raíz está en occidente: el coltán, el petróleo, los diamantes, el uranio…

Hay excelente literatura de ficción que hace referencia a África, pero hay menos relatos sobre la realidad de un país con el interés y la frescura de Los hombres leopardo se están extinguiendo. Por ello hay que dar la bienvenida al libro y hay que recomendar, sin duda, su lectura.

Leer más…

viernes, 1 de abril de 2011

Viaje al Japón


Viaje al Japón
Rudyard Kipling
Laertes, 2011
203 pp.

Kipling joven y tocado por ese humor que hacía a los ingleses enfrentarse a la vida desde la distancia, emprende a sus veintitrés años un viaje que empieza por Birmania y continúa en Japón...


Rudyard Kipling
Laertes, 2011
203 pp.





Que el mundo está mal repartido resulta cualquier cosa menos una novedad. Y que el talento no sonríe igual a todas las personas lo mismo. Un ejemplo de ello es Kipling. A sus veintitrés años era un escritor reconocido. Su fama le precedía y tenía en su haber éxitos importantes. Kipling, educado y culto era un europeo a pesar de haber nacido y vivido en la India. Su mundo es el de un occidental y la India es casi un accidente. Y lo del casi viene a cuento porque el haber nacido en la perla del Imperio británico lo marca para darle esa conciencia de superioridad natural que tiene el que lleva a sus espaldas años de civilización sobre el nativo.

Kipling joven, exitoso, desenfadadamente superior y tocado por ese humor que hacía a los ingleses enfrentarse a la vida desde la distancia, emprende a sus veintitrés años un viaje que empieza por Birmania y continúa por Japón. Y de esta segunda etapa es de lo que nos habla en este libro. Japón es para Kipling una caja de sorpresas. Todo es distinto, todo le llama la atención, todo roza un extremo en alguno de los registros con los que ve, mira y admira, a pesar de que el mundo oriental no es una novedad para él.

¿De qué Japón nos habla? Del que encuentra en 1889 y que sin duda es un país muy distinto al actual. Las ciudades son más pequeñas. No hay que decir que el desarrollo ‘técnico’ está muy lejos del de nuestros días. Pero siendo un país anclado tan sólidamente en las tradiciones muestra muchos de los elementos que todavía lo definen y no resulta extraño al lector de hoy. Ese Japón de cultura refinada que tan marcadamente recorre todos los aspectos de la vida es del que nos habla Kipling y el que interesa a quienes hoy se asoman a su libro.

Kipling va de resabiado. Juega con ese papel de manera abierta y contempla a los japoneses como corresponde al occidental que mira por encima del hombro a los indígenas. Es un juego deliberado y sin malicia que le permite dialogar consigo mismo en términos de sorpresa y de humor. Todo le llama la atención y a muchas cosas trata de sacarles punta para destacar las diferencias –las jocosas diferencias que separan a la cultura japonesa de la nuestra. “En un platillo plano –dice al hablar de la comida- traían un fragmento retorcido de una cosa translúcida que debía haber estado viva pero ahora estaba en escabeche”.

Del teatro hace una descripción magistral cuando se refiere a la sala donde tiene lugar el espectáculo, a su endeblez, construida toda ella en madera, y al riesgo de la vida que supone un público lleno de fumadores capaces de poner en llamas todo aquello atestado de gente. Pero es magistral y divertida también la interpretación de la obra a la que asiste de cuyos diálogos, por supuesto, no entiende nada pero cuya trama y personajes construye a su manera guiado por la imaginación y por los gritos, gestos, movimientos y efectos escénicos que le dan pistas, le sorprenden y divierten.

Nagasaki, Osaka, Kobe, Kyoto, Tokyo… marcan las etapas del viaje y los encuentros con lugares, monumentos, situaciones y gentes. Y dan ocasión también a mostrar una admiración profunda por una cultura singular y privilegiada.

¿De qué Japón nos habla? he preguntado más arriba dejando la respuesta a medias. Nos habla del Japón que acaba de romper con el pasado después de la revolución Meiji e inicia su apertura al exterior y su aproximación a occidente: el ejército arrincona sus brillantes banderas y vestidos para uniformarse como los occidentales, los jóvenes empiezan a vestir con pantalón y americana… hasta el Estado adopta una constitución. Y a la vista de tantos cambios Kipling se muestra cómicamente desolado por el ‘mal camino’ que emprende un país tan extraordinario.
“Saldríamos ganando –dice, apuntándose de nuevo a la clave de humor- si pagásemos al país absolutamente todo lo que pidiera a condición, simplemente, de quedarse quieto y seguir haciendo cosas hermosas…”

La fascinación de Kipling por la belleza de Japón es inmensa. A pesar del juego de desmitificación en el que sostiene su relato, a pesar del coqueteo con el absurdo que tantas veces practica, no oculta su sorpresa ante un país donde todo parece buscar la hermosura. Describe el interior de las casas con detalle y con la admiración que le despierta tanta sensibilidad y tal profusión de matices conseguida con materiales siempre livianos, combinados con una sabiduría que alcanza la perfección. Describe los templos y las ceremonias y el ambiente de luces y colores que los envuelve. Describe los paisajes naturales y los paisajes propios de la agricultura, tan perfectos que parecen creados por algún sabio a base de regla y lápiz. Describe las sedas, las antigüedades… y dibuja, con su aire de chascarrillo profano, las líneas de un país que toca la perfección de los dioses.

Viaje al Japón es una obra menor, un divertimento hecho a base de trazo rápido y despreocupado. Pero el autor es un maestro y el resultado es un relato ameno y, sin pretenderlo, profundo que sigue manteniendo hoy todo el interés para acercarse a este país insondable que es Japón.

Leer más…