lunes, 23 de mayo de 2011

Torres de piedra


Torres de piedra
Wojciech Jagielski
Debate, 2011
350 pp..

Torres de piedra es un libro esclarecedor en un conflicto no cerrado y confuso que mira a Chechenia pero alcanza mucho más allá: a toda la región. Es un libro estremecedor ...

Wojciech Jagielski
Debate, 2011
350 pp.






Entre el mar Caspio y el mar Negro una barrera natural obstruye un camino igualmente natural que une Asia y Europa. Por él pasaron invasores y entre valles y montañas se asentaron pueblos diversos agarrados a la tierra con uñas y dientes, celosos de su espacio, amenazados por sus vecinos y protegidos por una geografía complicada, dividida en parcelas donde tradiciones y particularidades fueron creando culturas y naciones diferentes.

Avaros, lezguinos, osetios, chechenos, abjacios, ingusetios … quedaron entre fronteras de repúblicas a las que dieron nombre otros pueblos que se mezclaban con los primeros y que daban lugar a una sopa de comunidades imposible de recordar: daguestanos, kabardinos, cherkesios, balkarios, karachais y rusos, también rusos. Hablamos, por supuesto, del Cáucaso.

Al igual que los Balkanes, el Cáucaso ha sido -es- tierra de fronteras y ha heredado hoy el dudoso privilegio de lidiar con la fragmentación de los pueblos y sobre todo del suelo donde se asientan. La imagen convulsa de la tierra producida por el movimiento de su corteza y por los terremotos que genera sirve para visualizar el Cáucaso donde el colapso del imperio soviético y los movimientos en el mundo musulmán han roto el precario equilibrio en el que se sostenía, con réplicas sucesivas, todas ellas cruentas e inciertas.

La guerra, las guerras, en realidad, en Chechenia han sido el gran drama en la región, el volcán de violencia extrema que ha conmovido los cimientos de toda el área, ha movilizado toda la capacidad destructiva de rusos y chechenos y ha abierto el bote donde los viejos y peores demonios de todas las partes enfrentadas se habían encerrado bajo el modelo de convivencia sostenido por Rusia.

¿Quién llevaba razón en el conflicto? ¿Quién prendió la cerilla? ¿Quién impidió una solución pacífica? ¿Por qué la bulliciosa y activa Grozni quedó tan hecha añicos, tan arrasada, que su imagen sólo es comparable a la Hiroshima después del desastre nuclear?

Wojciech Jagielski se atreve con el tema porque justamente no da respuesta a tantas preguntas. Es un periodista estrella del más prestigioso periódico polaco. Y ser polaco, en un entorno con fuerte presencia rusa, da, sin duda, ventajas a la hora de asomar la cabeza y enterarse de lo que pasa. He dicho periodista estrella para referirme a un hombre con prestigio, bregado en temas difíciles. Nada que ver con un señorito, porque su testimonio sobre Chechenia durante los tiempos de guerra, colado de matute por las fronteras, con aviones y artillería pesada bombardeando y con tropas corruptas y crueles habituadas al secuestro, incluso de periodistas, para sacar tajada, era todo menos sencillo.

Wojciech Jagielski lo dice con claridad: “Conseguir ser testigo de un suceso de principio a fin no resulta nada fácil y menos aún contemplarlo desde ambos lados de la barricada, tener una visión completa del hecho.” Al autor le preocupa más que su supervivencia la neutralidad, el no dejarse llevar por las razones de uno de los lados de la contienda. Y seguramente lo consigue porque su mirada apunta más hacia el lado humano que hacia el político o el histórico. Procura no dejarse llevar por la lista de cuentas pendientes de unos sobre otros e intenta reflejar la guerra en su presente, en lo que ve, en cómo vive la gente, en cómo ha visto a los líderes a quienes toca gobernar y decidir, a lo que cuentan de los guerrilleros, a los atropellos que sufre una población civil donde maridos, padres e hijos están en la montaña pegando tiros a los mismos pelotones rusos con los que hay que pactar para que hagan la vista gorda y dejen que la vida siga.

Una excelente explicación de lo que fue para los pueblos del Cáucaso la caída del imperio soviético, del cambio que para la juventud supuso la desaparición de Rusia como espejo de la modernidad, la llegada de los valores islámicos patrocinados por el radicalismo árabe, el desconcierto de los viejos musulmanes desacreditados por esos radicales que llegaron de la campaña en Afganistán, la dificultad de distinguir entre amigos y enemigos y finalmente la explosión de la violencia son los temas que introducen a una guerra y que dibujan desde distintos ángulos una realidad empujada hacia el desastre.

Torres de piedra es un libro esclarecedor en un conflicto no cerrado y confuso que mira a Chechenia pero alcanza mucho más allá: a toda la región. Es un libro estremecedor como todos los que entran en el corazón de la violencia y la exponen con claridad. No es un libro de buenos y malos, es en buena parte un libro de malos porque nadie tiene las manos limpias. Hubiera sido fácil decantarse por los más débiles, pero hasta ellos, además de víctimas, aparecen como responsables de su trágico destino. Es un libro, en definitiva, que hay que leer y que invita a la reflexión.

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