lunes, 4 de julio de 2011

Latidos de África. Viaje por los corazones de un continente


Latidos de África
Antonio Picazo
Desnivel, 2011
304 pp.

Hacer poesía con el retrete más apestoso que pueda hallarse en una habitación de hotel en toda África y salir airoso de ello(...)es tener una habilidad innata para sacarle punta a las situaciones en las que otros hubiéramos salido corriendo ...



Antonio Picazo
Desnivel, 2011
304 pp.





Publicado por Pablo Strubell

Hacer poesía con el retrete más infecto y apestoso que pueda hallarse en una habitación de hotel en toda África y salir airoso de ello no está al alcance de muchos escritores. Llegar a describir lo encontrado en aquel antro como “bellas estelas de vieja y guanera inspiración (…) salpicadas como a soplillo desde los finales de los vientres de un colectivo artístico” es tener una habilidad innata para sacarle punta a las situaciones en las que otros hubiéramos salido corriendo en dirección opuesta. Esa es la especialidad del atípico autor Antonio Picazo y que, para entretenimiento del lector, estará presente a lo largo de todo su libro Latidos de África.

Sin embargo, esta visión morbosa y escatológica resulta anecdótica y, lejos de tomar ese provocador y fácil camino, su mirada ácida e irónica y pluma ágil e ingeniosa, nos regala párrafos de gran estilo y soberbia literaria. Describir la desidia de una comisaría como “(…) unos pocos policías blancos amasan rutina con bostezos y tal mezcla de tedio la van extendiendo como una oblea sobre el mostrador de atención al personal abatido” es magistral. Y como ésta, muchas otras perlas siembran las 302 páginas del libro.

Escrito con humildad y autocrítica (“allí nos quedamos…pasmados en la madrugada como dos gilipollas ventilando los gayumbos al relente del trópico”), el libro empieza con una situación que otros autores más vanidosos hubieran obviado: recién llegados a Johannesburgo él y sus tres amigos son desplumados al pisar el centro de la ciudad. Es el inicio de un libro compuesto de varios viajes que nos llevan por Sudáfrica y Botsuana, que centran el primer capitulo; Etiopía, en dos diferentes momentos, el segundo; Mozambique el tercero y Níger, finalmente, el cuarto.

Lógicamente, se intuyen conforme avanza la lectura los países que más disfrutó el autor. Picazo goza con el mano a mano, con del contacto de la gente y, en sus primeras andanzas, sus compañeros de viaje toman demasiado protagonismo. Es más adelante, cuando recorre la costa del índico o cuando repite en Etiopía, cuando su instinto viajero sale a relucir, para mayor disfrute del lector. Participando en celebraciones, recorriendo pequeños pueblos, acercándose a etnias remotas y, sobretodo, enfrentado a algunas situaciones tan habituales en ese continente es cuando el autor saca su mejor prosa y agudeza y cuando disfrutamos más del estilo personal del autor. “Cuando África se coloca del derecho es aún más chocante que cuando lo hace del revés” afirma, con toda razón.

Picazo no es un viajero al uso. Ni uno políticamente correcto. Obligará al lector a posicionarle, a juzgarle a él y a muchas otras situaciones. Como cuando para evitar pagar las entradas a los parques naturales se cuelan en el maletero del coche; o cuando poco después se dedican a molestar persiguiendo a los animales… Pero también nos planta frente a situaciones claramente africanas sobre las que reflexionar: las constantes peticiones de dinero o de ayuda; la visión paternalista del blanco; la desconfianza mutua; los estereotipos del blanco frente al negro (y viceversa); a la visión del Otro como elemento meramente turístico y, por lo tanto, fotografiable y mercantilizable. En suma, al África más actual.

Picazo es viajero desde que muchos de nosotros aún no habíamos nacido. Desde entonces publica regularmente en las mejores revistas de viajes (ganó allá por 1986 en Premio Nacional de Periodismo Don Quijote para reportaje de viajes) y ha escrito varios libros, entre los que destacan Viaje a las fuentes del sol (Ed. Sirpus, 2008) de sus amplios recorridos por Asia y Un viaje lleno de mundos (Ed. Entrelíneas, 2003) de sus aventuras por América.

Como aspectos menores en Latidos de África cabría mencionar que se echa en falta un mapa que ilustre y sitúe la narración. También, en algunas ocasiones, párrafos más cortos, con frases más limitadas en extensión. Y, tal vez, algunos diálogos, que agilizarían la lectura. Pero esto también forma parte de la impronta que Picazo otorga a sus libros y ahí ya corresponde a cada lector decidir si entra o no en el juego y estilo que el autor propone.

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