miércoles, 31 de agosto de 2011

Querido Líder. Vivir en Corea del Norte

Querido Líder. Vivir en Corea del Norte .

Barbara Demick
Turner, 2011
382 pp.

Bienvenidos los libros de lugares de los que hay poco escrito. Por eso, Querido Líder resulta atractivo y promete al lector llevarle noticias que le interesarán ...



Barbara Demick
Turner, 2011
382 pp.





Bienvenidos los libros de lugares de los que hay poco escrito. Por eso, Querido Líder resulta atractivo y promete al lector llevarle noticias que le interesarán y que tendrán la frescura de la novedad. Corea del Norte es el tema que nos trae Barbara Demick y la opacidad que rodea al país, unida a la singularidad de su sistema y de sus dirigentes es motivo de curiosidad que se espera ver satisfecha.

Advierte Barbara Demick de la dificultad de escribir sobre Corea del Norte. Cerrado a cal y canto a los extranjeros y rodeado de una muralla propagandística que crea una realidad artificial complicada de disolver, la tarea de llegar a la superficie de las cosas es poco menos que imposible y obliga a utilizar artificios propios de una 'literatura de excepción'.

Barbara Demick es periodista de Los Angeles Times y picada por el propósito de llevar la luz al reino de la oscuridad visita el país y pregunta a la gente. Por supuesto el resultado es la imagen de un lugar que más que un lugar es un ‘estado’. Estado en mayúscula como institución que articula hasta el detalle todos los aspectos de la vida y de las cosas y estado en minúscula como podría ser una enfermedad que afecta al cuerpo entero del país y lo tiene postrado. Y justamente este enfoque negativo cualquiera que sea el ángulo por donde se mire arrastra el libro entero y no deja ver más allá.

Querido Líder se sostiene sobre relatos de vida de diversos: de vida vista en su conjunto -la historia pasada, la familia, las aspiraciones, el transcurso del tiempo- y de vida estrictamente cotidiana -la vivienda, el trabajo, el cine, los amores-. Distintas personas con quienes la autora entra en contacto sirven para ir abriendo experiencias del país y confirmando la deriva del régimen y de su gente hacia el más rotundo de los fracasos. Es probable que el lector no tenga ninguna duda acerca de los males que padece Corea del Norte. Un país que recuerda a las inquietantes utopías de Orwell y sometido a una propaganda que a quienes la vemos de fuera nos parece cuando menos tronada, forma parte de la idea que tienen los lectores antes de empezar la lectura del libro.

Barbara Demick confirma esta visión. Pero da la impresión de que lo hace desde el lado de la propaganda, menos excesiva por supuesto que la del líder coreano, pero algo tronada también porque recuerda al discurso de la guerra fría. Los personajes de los que se habla en Querido Líder están tristes, físicamente castigados por la penuria incluso cuando tienen buen aspecto, mohínos porque están atenazados por el miedo, avergonzados si sus familias tienen alguna mancha ideológica, amedrentados ante el riesgo de cometer un desliz que los señale como infieles al régimen. Una auténtica galería de miserias adorna la vida cotidiana e impide al texto elevarse un poco más allá de la negrura para pasar de la descripción al análisis y abrir un espacio más amplio a la comprensión, que no significa en modo alguno a la justificación.

¿Por qué este vuelo tan raso? Tal vez porque los detalles onerosos de la vida, la penuria, los temores, el peso de la arbitrariedad resultan de alguna manera ejemplares y llaman la atención de quien, viviendo en Occidente, puede mirar por encima del hombro y notar la distancia que le separa de un mundo peor. Pero no hay duda de que esta deficiencia, que consiste en haberlo visto todo negro, refleja a la propia Corea del Norte porque la autora deja bien claras las dificultades que se levantan frente a cualquiera que quiera escribir sobre el país. Es cierto que pudo conseguir un visado de la República Popular, pero la visita fue una gira de propaganda limitada a lugares que funcionan como escaparates para la prensa extranjera y sin posibilidad de contacto con la población. Y tuvo que vencer los obstáculos ingeniándoselas para seguirles la pista a personas huídas a Corea del Sur y allí entrevistarlas para reconstruir en la distancia la vida tal como debió ser mientras vivieron en Corea del Norte.

La 'muestra' de la población entrevistada tiene evidentemente el sesgo de quienes en su oposición al régimen se han sentido empujados a abandonar el país. Y el artificio seguido por Barbara Demick el inconveniente también de que la obliga a novelar los relatos de sus informadores para construir historias de vida donde los sentimientos se recrean y se vuelven melosos para envolver la realidad y darle un sentido.

Algo tiene Corea del Norte cuando hay tan poco escrito sobre ella. Por eso Querido Líder tiene interés a pesar de las insuficiencias que se puedan encontrar. Es un libro de actualidad que trata de bucear en un mundo opaco y de características muy singulares. Por ello es bien venido y merece una lectura.

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domingo, 21 de agosto de 2011

Hezbolá le desea feliz cumpleaños. Encuentros inesperados en Oriente Próximo

Hezbolá le desea feliz cumpleaños .

Neil MacFarquhar
Turner, 2010
381 pp.

La referencia en el título a la organización radical lleva a pensar en el conflicto del Oriente Próximo y la realidad es que el libro va mucho más allá porque cubre, en alguna medida, el mundo islámico en su conjunto y se refiere a muchos más temas que el que enfrenta a Israel con su entorno...



Neil MacFarquhar
Turner, 2010
381 pp.

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Aunque llamativa, es muy probable que la elección del título no haya sido muy feliz. La referencia a la organización radical lleva a pensar en el conflicto del Oriente Próximo y la realidad es que el libro va mucho más allá porque cubre, en alguna medida, el mundo islámico en su conjunto y se refiere a muchos más temas que el que enfrenta a Israel con su entorno.

El autor es Neil MacFarquhar, periodista norteamericano, con larga experiencia en los países árabes y en puestos muy diversos. Larga experiencia como pocos pueden haber tenido porque se crió en Libia, aunque en un entorno de familias extranjeras y con poca relación con el ‘país real’. Pero suficiente como para haber conocido en el desierto y en las orillas del Mediterráneo oriental el sabor de una tierra y de un mar que le atraerían a lo largo de su vida.

Convertido en periodista, y habiendo aprendido árabe, cubrió guerras y las situaciones más diversas en los países musulmanes. Los conoció a fondo, escribió sobre ellos, conoció también la posición de Occidente en la multitud de acontecimientos que han marcado la historia reciente en la región, estuvo en contacto con colegas locales con quienes compartió información y opiniones, entrevistó a primeras figuras y se hartó de ver televisión –que es lo mismo que decir que bebió de las mismas fuentes de las que bebieron millones de ciudadanos de ese mundo del que ahora nos habla.

Neil MacFarquhar muestra, sin duda, sentido del humor. Y aunque lo que cuenta tiene poco que ver con el jolgorio, en sus crónicas se advierte la soltura y el distanciamiento que permiten aproximarse con ironía a los temas, por trascendentes que sean. Hablamos de crónicas porque el personaje de cronista está siempre presente y porque los capítulos se centran en temas desde los que mirar bajo prismas diversos la sociedad.

Pero el lector descubre pronto que esos ‘temas’ son una excusa para poner en orden las páginas del libro. Que Neil MacFarquhar no pretende agotarlos ni llegar a la verdad en cada uno de ellos. Nada más lejos de su ánimo que pontificar. Al destacarlos y en su papel de cronista lo que busca es abordarlos con distancia, fuera del calor de la polémica, y con la reflexión que se deriva de una experiencia larga en el tiempo y amplia por la diversidad de referencias en las que se apoya. Escrito con anterioridad a las recientes revueltas en los países árabes, la lectura de Hezbolá le desea feliz cumpleaños parece anunciarlas una y otra vez. Quizás por el interés que pone Neil MacFarquhar en señalar la distancia que separa el mundo oficial del mundo de la calle en tantos países musulmanes. Un mundo oficial, que aparece en las páginas de los periódicos a través de los avatares políticos, y un mundo ciudadano del que no se tiene noticia pero que es el de las familias, las mujeres, los hombres y los jóvenes hartos y enfrentados a una cotidianidad marcada por la ineficacia de las administraciones y el descrédito absoluto de los políticos.

Empieza Neil MacFarquhar hablando de Libia. El tema es jugoso, porque Gadafi se presta a la parodia. Todavía no ha habido la revuelta que ha terminado en guerra y que ha puesto en primer plano la tragedia. Todavía hay espacio para conjugar lo serio y el disparate y para presentar al lider de la ‘revolución verde’ como un quebradero de cabeza por sus salidas de madre, sus extravagancias y por el desgobierno que tanta ‘creatividad política’ supone para el país.

La televisión, por sacar otro tema, ocupa la atención de Neil MacFarquhar que examina la aparición de Al Yazzira como el gran éxito en medio del erial de las televisiones oficiales, sin interés para nadie, aburridísimas, previsibles y sin posibilidad de evolucionar, presas por el único propósito de ser el medio de propaganda de gobiernos y de poderosos intereses religiosos.

La situación de la mujer, lógicamente insostenible, aparece una y otra vez y entronca con otro de los temas con enjundia, el de las fetuas. El asunto da para toda clase de anécdotas divertidas y sorprendentes porque en los países regidos por las normas del Corán, la interpretación a las situaciones de hoy no siempre es clara y obliga a la intervención de los eruditos. Pero en una religión donde no hay una sola cabeza que decida sobre la ortodoxia, el título de erudito se adquiere, a veces, por el fervor que un religioso concita, lo cual no es ninguna garantía de rigor. Así, se emiten fetuas para todos los gustos y aumenta el número de creyentes que en lugar de buscar la luz en la interpretación de los textos sagrados, anda en busca del sabio que emitirá la fetua que se ajuste a sus intereses. Y para colmo, desde que las operadoras de móviles ofrecen fetuas a través de sus líneas y que por Internet se pueden pedir sentencias religiosas lo mismo que antes se pedían al más venerable de los doctores de la ley, la interpretación de la doctrina se ha disparatado y el personaje de a pie vive en medio de un guirigay plagado de absurdos y de escándalo.

Más trascendente es el tema que toca también Neil MacFarquhar, que se relaciona con lo anterior porque tiene que ver con la religión pero que es distinto. Se trata de la conciencia. Y aquí vuelve a aparecer otro de los temas cruciales en las sociedades musulmanas: el de la tolerancia o la intolerancia religiosa que en último grado alimenta el terrorismo. Y el lector no puede menos que preocuparse a partir de los razonamientos que se exponen porque el Islam resulta una doctrina por naturaleza tolerante que hace que los musulmanes no puedan verse a sí mismos más que como ejemplos de la tolerancia en grado superlativo. El Islam habla a las personas, se compadece de ellas, fomenta la caridad, desarrolla los mejores sentimientos, busca la paz … En estas circunstancias el creyente, cuanto más riguroso, más próximo de la bondad se siente y más amante y tolerante con el prójimo se ve. Desde esta óptica, el recurso a la violencia es un mal sobrevenido o una obligación para preservar todas las virtudes que adornan al ser humano temeroso de Dios. ¿Han visto ustedes la cara beatífica de Bin Laden y su sonrisa paciente en las fotos que aparecen en la prensa? No hace referencia a ello Neil MacFarquhar, pero lo que cuenta muestra lo confuso de línea que establece el límite de la lucha frente al infiel. Una lucha para contener la amenaza que afecta a ese mundo bondadoso al que aspira el musulmán.

Uno tras otro va desgranando el autor temas que le permiten referir sus experiencias en Líbano y en Irán, en Siria y en Egipto o en Arabia. En todos los casos, el fracaso de los estados en crear espacios de bienestar y la inoperancia que los caracteriza, aparecen reflejados como aparece también la torpeza, la cicatería y el mal hacer de occidente en su relación con estos estados. La incapacidad de los Estados Unidos y de Europa de crear una relación de confianza basada en una actitud inteligente y efectivamente provechosa para las sociedades de los países musulmanes aparece una y otra vez. Hay en el discurso de ­ Neil MacFarquhar una crítica dura hacia los dirigentes de los países del Próximo Oriente, ineficaces, apegados al poder, corruptos muchas veces y responsables siempre del fracaso de sus respectivas políticas. Pero no se anda el autor con disimulos a la hora de afirmar que los países desarrollados han fracasado también, y con estrépito, en el propósito de crear puentes de entendimiento y en convertirse en aliados de las sociedades de los países musulmanes ayudándolas a prosperar.

Entretenido, divertido a veces, bien informado y cargado de temas de interés, de la condición y la importancia más diversas, Hezbolá le desea feliz cumpleaños da una visión particular del mundo islámico desde la experiencia de uno de los periodistas que mejor lo conoce. Y da la oportunidad al lector de compartir esta experiencia para comprender una situación llena de contradicciones y muy diversa alrededor de la cual se mezclan a partes iguales información y prejuicios.

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