lunes, 27 de febrero de 2012

El prisionero del Cáucaso y otros relatos

El prisionero del Cáucaso y otros relatos

Vladimir Makanin
El Acantidado, 2011
261 pp.

Rusia, desde su frontera con Europa hasta su orilla oriental bañada por el Pacífico, es más que un país. Es un universo hecho de realidades tan distintas que no consigue, ninguna de ellas, abarcar una parte suficiente de la totalidad como para pensar que refleja al conjunto....



Vladimir Makanin
El Acantidado, 2011
261 pp.






Rusia, desde su frontera con Europa hasta su orilla oriental bañada por el Pacífico, es más que un país. Es un universo hecho de realidades tan distintas que no consigue, ninguna de ellas, abarcar una parte suficiente de la totalidad como para pensar que refleja al conjunto.

Y una muestra del abanico de realidades cubierto por este inmenso paraguas que es Rusia es lo que recoge El prisionero del Cáucaso.

Estamos ante cuatro relatos de vida cotidiana, pero no de vida ‘normal’. Se trata de situaciones marginales. Aunque hay que matizar la afirmación de que no corresponden a la vida normal. Vladimir Makanin, el autor, dispara en direcciones bien distintas para traernos imágenes que de alguna manera nos hablan de los restos de un naufragio.

En los relatos de Makanin, late la sombra de un fracaso que envuelve a Rusia y que seguramente recoge esa melancolía que ha sido un ingrediente histórico del alma rusa. Expresamente ha elegido Makanin temas oscuros, alejados de esa aurora que podía significar la salida del yugo comunista.

La Rusia que vemos en El prisionero del Cáucaso no es una recién nacida. No es el país libre que vio la luz tras la glasnost y tras la perestroika, sino la heredera del largo penar comunista y, más lejos aún, del oscuro tiempo de los zares. Pero no hay realidad que no sea contradictoria y por ello mismo, ese material de derribo que por todas partes aparece en el paisaje que dibuja Makanin deja espacio a la vida permite escapatorias a la desesperanza. Deja que el futuro abra ventanas y que el presente encuentre escapatorias que no son más que los infinitos recursos de la vida cotidiana para economizar el sufrimiento y encontrar en la vida satisfacción y calor.

La guerra en el Cáucaso abre la serie de cuatro relatos que componen el libro. Más que la guerra, habría que hablar de la costumbre de la guerra, de esa vida diaria que diluye el terror en la rutina y lo proyecta en forma de hechos corrientes en una cotidianidad donde todo pierde trascendencia. ¿Hechos corrientes? La muerte, la corrupción, el miedo, la dura supervivencia... Lo normal, cuando se está en una guerra.

Después, es la locura, callada pero tenaz, de la gente normal, sumisa durante demasiado tiempo pero harta e incapaz de contener su rebelión la que traza el camino del siguiente relato. Luego, Siberia es la que toma el relevo. La Siberia olvidada de un campo de trabajo de la época soviética. De un campo marginal cuya vida roza el surrealismo, poblada de personajes absurdos cuyos papeles -condenados, jefecillos, vigilantes, soldados, comisarios...- siempre desencajados, reflejan el disparate de la sociedad entera. Y finalmente una historia, teóricamente de amor, cierra el recorrido por esta especie de comedia humana apoyada en personajes que tuvieron que adaptarse a las convenciones de la sociedad comunista, primero, para abrirse camino y que han tenido, con diversa fortuna, que rehacer su itinerario a una edad en la que es difícil volver a empezar para hallar un hueco en la Rusia nueva donde -como también ocurría en la antigua- casi todo vale.

Excelente literatura, fuerza en el relato, cinismo y compasión también y una constante referencia a los viejos demonios que sobreviven en la Rusia de hoy es lo que encontramos en esta colección de cuatro relatos que encabeza El prisionero del Cáucaso y que nos lleva a una Rusia inquietante, llena de pequeñas tragedias y de heridas por las que se cuela la vida y un futuro denso, condicionado por el pasado, todavía por definir.

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domingo, 19 de febrero de 2012

Luuanda

Luuanda

José Luandino Vieira
Sol de Ícaro, 2011
126 pp

Un libro modesto como las historias que cuenta, como los personajes que las animan. Esto es Luuanda, la sucesión de tres relatos cortos de José Luandino Vieira que tienen como escenario la capital de Angola...



José Luandino Vieira
Sol de Ícaro, 2011
126 pp





Un libro modesto como las historias que cuenta, como los personajes que las animan. Esto es Luuanda, la sucesión de tres relatos cortos de José Luandino Vieira que tienen como escenario la capital de Angola.

¿Y cómo es la capital de Angola? Pues, casi no es. Y no es, porque para un angoleño queda sumida en la pura cotidianidad. Es lo que hay y el lugar donde transcurre la vida. Algo en lo que tan siquiera se repara, porque lo que llama la atención son los acontecimientos.

Y los acontecimientos están contenidos en tres historias, que el autor llama ‘estorias’ porque así es como habla la gente. Y lo que él cuenta, de tal modo forma parte de la piel de estas personas que protagonizan el relato, que solo pueden expresarse como se expresan ellas.

Luuanda es, por supuesto, una ‘declinación’ de Luanda y un indicador de que estamos en el plano de la ficción. ¿Hace falta avisarlo? Pues, de alguna manera, sí hace falta para que el lector sintonice desde el principio con el discurrir de unas vidas inventadas, pero tan pegadas a la realidad que podrían ser reales. El título avisa de que el texto, se separa, se desliza por encima de la realidad.

No son amables las ‘estorias’ que cuenta José Luandino Vieira. Pero son entrañables de puro directas, por lo inmediatos que hacen sentir a los personajes y por el afecto que despiertan sus miserias. No es nada fácil la vida en Luanda, cuando todavía Angola forma parte del mapa ampliado de Portugal. Y no aparece fácil, a la mirada del lector, porque José Luandino fija la atención en las barriadas pobres donde la vida transcurre a salto de mata y donde las personas se agarran a un clavo ardiendo para seguir en pie.

Pero no es un drama exactamente lo que nos trae el Luandino Vieira. Más bien al contrario, pues la adversidad da pie a forzar la inteligencia, la del autor, la de los personajes y la del lector que si no anda listo, por ejemplo en algunas de las páginas de la ‘historia del ladrón y el papagayo’, pierde pie y no caza las medias palabras, las intenciones y las maldades puestas de refilón en la escena para que las cace el buen entendedor.

Un recuerdo a la maliciosa prosa de Quevedo se abre paso en este libro, humilde solo en apariencia. Y puede hacerlo porque José Luandino Vieira es un escritor tan desconocido para el gran público como reconocido en el mundo de la literatura. Un escritor angoleño cargado de premios y sobresaliente en el entorno de las letras portuguesas.

Háganme el favor y lean esta frase con cuidado:
“Así como, a veces, por donde el sol se zambulle en el mar, una pequeña y gruesa nube negra aparece para recorrer el cielo azul y, en la carrera, empieza a hacerse grande, a extender los brazos por todas partes, esos brazos que se convierten en otros brazos y ésos aún en otros más finos, y no tan negros, y todo ese apresurado caminar de la nube en el cielo parece el espeso ramaje lleno de hojas de una ‘mulemba’, con barba y todo, con las hojas de muchos colores, algunas secas con el colorido que el sol les da y al final, ya nadie sabe cómo nacieron, donde empezaron, donde acabaron esas locas hijas de la nube corriendo sobre la ciudad, dejando ir el agua pesada y caliente que traían, riendo con  largos y tuertos relámpagos, hablando con la voz grave de sus truenos, así, en esta tarde tranquila, empezó la confusión.”

Ni un solo punto, ni seguido ni aparte. Puro sentido común. Puro sentido. Poesía elemental y a ras de suelo. Simple y compleja, a la vez, de puro natural.

Es difícil reparar en Luuanda, publicado, además, por una pequeñísima editorial. Pero merece la pena hacerle un hueco entre otros libros con mayor presencia, para acercarse a Angola y para asomarse a estas ‘estorias’ trazadas con nervio, con humor también, con ternura y con mucha inteligencia.

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miércoles, 15 de febrero de 2012

Islandia, revolución bajo el volcán

Islandia, revolución bajo el volcán

Xavier Moret
Alba, 2011
252 pp.

"…había algunas cifras preocupantes: la Bolsa multiplicó por nueve su valor entre 2003 y 2007 y se triplicó el precio de los pisos. Vivíamos en una burbuja."...



Xavier Moret
Alba, 2011
252 pp.


29635001



"…había algunas cifras preocupantes: la Bolsa multiplicó por nueve su valor entre 2003 y 2007 y se triplicó el precio de los pisos. Vivíamos en una burbuja."

Un capítulo de introducción, titulado La revolución silenciada, abre el libro de Xavier Moret, el segundo que dedica a Islandia y que es, de alguna forma la continuación del primero. Con Islandia, isla secreta, Moret ganó el premio Grandes Viajeros, pero sobre todo, nos trajo noticias de un país tan poco conocido por nosotros como singular. Un país a todas luces extraordinario y ejemplar en casi todos los sentidos. Culto, rico, trabajador, atento a la conservación de la naturaleza y, además, extraordinariamente bello.

Pero con el tiempo se había producido un cataclismo que justificaba volver a hablar de él, no para contar lo que había quedado pendiente en la redacción del primer libro, sino los acontecimientos nuevos que parecían poner en cuestión la imagen de Islandia. Para hablar de lo que los islandeses denominaron kreppa y que significa la catástrofe.

La introducción a la que me refiero centra enseguida la atención del lector y lo pone frente a una visión general de la situación nacida de la quiebra económica, que se produce casi de un día para otro. Una quiebra que pone en cuestión el modelo de país y que plantea el reto formidable de recuperar la senda de progreso comprometida por el hundimiento del sector financiero. Islandia era el primer eslabón de la cascada de países en caída libre que iba a producirse a continuación. Y como primer episodio de esta serie de descalabros, un acontecimiento tempranamente olvidado, superado como noticia por la amenaza de quiebra de economías mucho más grandes.

Dispuesta a modo de prólogo, la introducción de la que hablamos resulta una pastilla concentrada del caldo que va a venir después. Tan concentrada que, saboreada al principio, deja un poco insulsas las páginas que vienen a continuación. Esto es, obliga al lector a adaptarse al ritmo que toma el libro una vez adquiere su velocidad de crucero, mucho más pausado, más descriptivo, dedicado a los detalles del discurrir cotidiano de la vida en la Islandia de hoy, y a distancia de esas grandes cuestiones que tienen que ver con la crisis y disparan la adrenalina que acompaña al vértigo de una economía en caída libre.

Pero que el relato se calme y descienda a un plano más pegado a tierra, no significa que pierda contenido. La vida diaria se abre paso a lo largo de las páginas a través de conversaciones, de encuentros y de situaciones que permiten al autor mostrar las particularidades de Islandia, que son muchas y muy llamativas.

Tres son los ángulos que Moret elige para mirar a esta Islandia que vive la entrada en la segunda década del siglo en una especie de régimen de excepción. El primero hace referencia al volcán Eyjafiallajökull cuya erupción puso patas arriba al tráfico aéreo en Europa. Una erupción que replica en términos geológicos la sacudida económica que sintieron los islandeses, pero que sirve sobre todo para mostrar que la vida en Islandia no ha sido nunca fácil. Sus habitantes han tenido que desenvolverse siempre en un entorno peligroso que ha forjado su carácter. Todo ha sido difícil en Islandia desde que hay memoria de los primeros pobladores y por ello mismo ninguna catástrofe se afronta como un hecho insuperable. El pueblo islandés es duro, está acostumbrado a los sustos y por ello mismo a enfrentarse con ánimo a la adversidad.

El segundo de los aspectos en los que Moret fija la atención es el respeto por la naturaleza, una naturaleza indómita y peligrosa, pero al mismo tiempo precaria y que obliga a los seres vivos que dependen de ella cuidarla con esmero. Poco ayuda al desarrollo de la vida en un entorno tan hostil. Frío extremo, volcanes, un paisaje desértico hecho de hielo y de lava soporta a una población que tradicionalmente cree en los espíritus que nacen de las entrañas misteriosas de la tierra y que ven en el entorno natural un delicado equilibrio que hay que conservar. El desarrollo de la cultura, el de la economía y el de la sociedad entera deben ajustarse a la conservación de la naturaleza si se pretende que tengan duración en el futuro. “Vender nuestra naturaleza –dice un personaje con los que habla Xavier Moret- a cambio de dinero no puede traer nada bueno.”

Y finalmente la crisis económica aparece como tercera de las patas que sostienen el relato que sobre Islandia hace el autor. Un país feliz, avanzado, con más escritores por metro cuadrado que ningún otro en el mundo, con innumerables músicos clásicos y de vanguardia, con las costumbres más progresistas, tolerante, trabajador, emprendedor… se enfrenta al derrumbe de su economía y aun panorama que parece de ficción. De repente, el país amanece en la ruina y descubre que las noticias que hablaban de una economía que estaba a punto de comerse el mundo eran en realidad puro espejismo y que alguien –banqueros, políticos…- había mantenido una ficción que llevaba sin remedio al naufragio.

Islandia, revolución bajo el volcán es una crónica del presente. Habla de hoy y de unos temas que para todos son de la mayor actualidad. Y lo hace poniendo la mirada en un pequeño país, de poco más de trescientos mil habitantes, extraordinariamente singular, escuchando a los personajes más distintos –escritores, granjeros, políticos, músicos, empresarios o simplemente gente de la calle- para dar una visión viva, actual e interesante a lo largo de todas las páginas.

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lunes, 6 de febrero de 2012

El Nilo Azul. Testimonio de un mundo olvidado

El Nilo Azul. Testimonio de un mundo olvidado

Javier Gozálbez
Altair, 2011
559 pp.

Javier Gozálbez protestaría si se le presentara como una de las personas que mejor conoce Etiopía. Pero lo cierto es que ha recorrido el país en todas direcciones desde hace muchos años...



Javier Gozálbez
Altair, 2011
559 pp.






Javier Gozálbez a buen seguro protestaría si se le presentara como una de las personas que mejor conoce Etiopía. Insistiría en que lo suyo es más el resultado de una inclinación vocacional que de un trabajo profesional y que por ello no tiene la importancia de lo bendecido por el rigor académico o por alguna institución de postín.

Pero lo cierto es que Javier conoce Etiopía en profundidad, ocupa un lugar relevante entre los estudiosos del tema, ha recorrido el país en todas direcciones desde hace muchos años, se ha convertido en un estudioso de su historia, de su geografía y de su cultura y ha acreditado su profundo saber en un libro imprescindible para quien esté interesado en el tema como es "Etiopía. Un rostro con tres miradas".

Pero Etiopía parece ser un pozo sin fondo, cuya historia se pierde en una nebulosa y cuyo presente hereda del pasado trazos que conviene explicar y que exigen una reflexión detenida. Situada en África, Etiopía es un mundo aparte y enlaza con un pasado de complejidad extraordinaria. De aquí que Javier Gozálbez dé un paso atrás y para tomar perspectiva primero, pero también dejándose seducir por el enorme peso que ha tenido en la historia y que tiene en el presente, ponga la mirada en el Nilo y haga de él el eje alrededor del que gira su nuevo libro.

Da la impresión de que el conocimiento de Javier Gozálbez es enciclopédico. Pero es al mismo tiempo crítico y busca reafirmarse en la realidad. De aquí que los viajes que Javier emprende para escribir su libro sean viajes de comprobación. Quiere asegurarse de que lo que sabe es cierto y de que sus lagunas pueden rellenarse si pregunta a las gentes o si se mueve lo suficiente como para recoger la información que le falta. Javier Gozálbez trabaja como un explorador de la época dorada y así lo transmite al lector en su libro. Un lector que sigue los pasos del viajero y que comparte con él –además del calor, el cansancio, los sentimientos de afecto y de admiración, y a veces el mal humor- las dudas y las certezas que surgen en torno a lo que busca y a lo que ve.

Y por qué tantas dudas y tanta necesidad de confirmar lo que han dicho otros viajeros o lo que dice la tradición. Porque la historia de estos territorios por los que transita el Nilo Azul es tan larga y enmarañada y ha sido reescrita tantas veces a la medida de pueblos, de linajes o de poderes con intereses que defender, que hoy resuena a los oídos de forma confusa y necesita aclarase para poner a cada cosa en su sitio. Y porque el conocimiento es poder y un país como Etiopía necesita desvelar su pasado. La historia, avisa Javier Gozálbez, no es inocente y la que rodea al Nilo Azul es la que afecta a pueblos que siempre estuvieron “en la parte perdedora”.

“Mi intención –dice el autor- es rastrear el presente de los pueblos (que habitan junto al Nilo Azul) teniendo en mente su pasado, pasa así poder rescatar del olvido el universo que los envuelve. El río iba a ser mi hilo conductor y sus aguas también tenían una memoria que ha permanecido, y que pervive, olvidada bajo la losa del silencio o las argucias de la manipulación”.

El Nilo Azul es en realidad el resultado de varios viajes, en buena parte realizados en coche, pero muchas veces también a pie, en pequeñas expediciones con algún amigo local, un guía y a veces un miliciano armado prestado por las autoridades como protección y seguramente también como cortesía. La intención del autor es seguir el recorrido del Nilo Azul desde su nacimiento cerca del lago Tana hasta su encuentro con el Nilo Blanco en Sudán. Y su principal interés es hablar con quienes viven a sus orillas, ver cómo viven  y escarbar en su memoria. Los paisajes, las plantas, los árboles, los cultivos… aparecen en las páginas del libro, lo mismo que el trabajo cotidiano de los campesinos, de hombres y mujeres esforzados en extremo –sobre todo ellas. Las costumbres, los rituales de la hospitalidad, los alimentos, los vestidos y mil detalles más muestran de primera mano la vida de pueblos que siguen las tradiciones y las rigurosas exigencias del mundo en el que les ha tocado vivir.

La historia está en una parte del origen de este rigor. Una historia que parece de novela y que Javier Gozálbez cuenta tan sucinta como admirablemente para acercar al lector a las raíces de una tierra cuyas semillas germinaron hace miles de años. La religión, en manos de la iglesia ortodoxa etíope, que Javier encara con mirada sumamente crítica, es también responsable del atraso y de las dificultades que la población tiene para prosperar. El clima, por supuesto, contribuye a los rigores que soportan las gentes. Y también la mano extranjera que a través de viejos tratados ha sustraído el agua del Nilo Azul del control de Etiopía para hacer únicos beneficiarios a Sudán y a Egipto, piezas del imperio colonial británico y fuentes del suministro del algodón que precisaba la industria en la metrópoli.

Crítica profunda, pero también algo de humor se van desgranando a lo largo del curso de este río único. Javier persigue hasta el final sus pesquisas dejando casi su piel en ellas. Busca los orígenes de Santa Arsema –una santa casi desconocida hasta encontrar sus raíces en Armenia- como si le fuera la vida en ello. Pero sabe que se mueve en un medio que no entiende de tanta precisión como él busca. Cuenta con que los etíopes son dados a cambiar de conversación cuando les pregunta por algo que no saben o que les incomoda y le dejarán con un palmo de narices haciendo como que no han escuchado. Sabe que la previsión de los problemas no es su fuerte y que llegado el momento se arruinará el día por no haber tomado las precauciones necesarias y que ese es un mal al que hay que acostumbrarse. Es consciente de que como extranjero comete errores en las cosas más simples que lo hunden en la miseria y que ponen de relieve su torpeza de blanco e inexperto. El ataque de abejas atraídas por el olor de una toallita refrescante o el descalabro de la tienda de campaña instalada en medio de las vacas revela también la componente de absurdo inevitable en la convivencia de mundos tan distintos como el local y el europeo.

Imposible en poco espacio alcanzar todo el abanico de temas, lugares y acontecimientos que aparecen en las páginas de este Nilo Azul. Después de Etiopía se abre el capítulo de Sudán, un país hermanado al etíope por viejas raíces y sin embargo radicalmente distinto hoy. Y con él un montón de asuntos nuevos. Hay que leer El Nilo Azul para seguirlo desde su nacimiento. Sus orillas y sus aguas son la excusa para profundizar en todo lo que rodea a unas tierras cuya historia enlaza con el rey Salomón y con los faraones y nos lleva hasta la actualidad. Javier Gozálbez nos cuenta esta historia y nos habla de las aguas y las orillas que conoce tan bien. Merece la pena seguir su viaje a través del libro y disfrutar leyendo de una aventura tan enriquecedora como singular.

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