martes, 27 de marzo de 2012

Las cinco tumbas de Gengis Khan. Un viaje por Mongolia

Las cinco tumbas de Gengis Khan

Suso Mourelo
Gadir, 2011
244 pp.

Hablemos de Mongolia, ya que se presenta la ocasión de hacerlo con este libro de Suso Mourelo. Perdida en el corazón de Asia, parece que Mongolia ha quedado descolgada de la evolución del mundo actual y ha perdido presencia en el panorama de los países que cuentan ...



Suso Mourelo
Gadir, 2011
244 pp.





Hablemos de Mongolia, ya que se presenta la ocasión de hacerlo con este libro de Suso Mourelo. Perdida en el corazón de Asia, parece que Mongolia ha quedado descolgada de la evolución del mundo actual y ha perdido presencia en el panorama de países que cuentan por el motivo que sea. Aprisionada entre una Rusia de la que dependió cuando la vieja Unión Soviética invertía en ella antes de abandonarla y una China lanzada hacia el futuro y en plena fiebre de modernidad, ha quedado como un país apagado del que llegan escasamente noticias. Un país irrelevante en medio de gigantes que pugnan por abrirse camino.

Por ello tiene todo el interés el hecho de que Suso Mourelo nos cuente sus andanzas por el país y nos actualice algunas de las ideas que tenemos sobre él, heredadas sin duda del pasado.
La realidad es que Mongolia es una entidad que va más allá de sus fronteras. Los nombres de Mongolia Interior y de Mongolia Exterior señalan ya que los países y la geografía tienen raíces antiguas y que lo que son hoy no es más que un episodio de un largo caminar que viene de lejos y que ha dado más de un vuelco a lo largo del tiempo.

Por eso Mourelo empieza su viaje en China. Y lo empieza en China porque el hilo que orienta su viaje es la búsqueda de la tumba de Gengis Khan. ¿Se trata de una excusa para titular el libro de un modo llamativo?¿Es un tributo a mitad romántico y a mitad comercial para ganar interés en su relato? La lectura del libro nos muestra que no. Que a Mourelo lo atrae un personaje revolucionario, tan importante para la historia y tan innovador para su tiempo que suscita necesariamente interés y justifica ir al encuentro de los lugares que pisó y por los países donde se recuerda todavía su huella.

Suso Mourelo se propone visitar los cinco lugares donde los expertos han supuesto que podía encontrarse la tumba del mítico caudillo. Una tumba rodeada de leyendas, nunca encontrada, sobre la que nos han llegado indicios confusos y que podría suponer un descubrimiento de importancia mayúscula a juzgar por el poder que llegó a acumular el creador de un imperio que alcanzó el extremo oriente y, por el corazón de Asia, se extendió hasta las fronteras de Europa.

Por supuesto, la figura de Gengis Khan, el primer mongol que ocupa un lugar de primer orden en la historia universal, y de sus inmediatos descendientes alcanza el territorio chino y desborda por el norte a la Mongolia actual.

Arranca el libro de Mourelo con el interés de su primera etapa por China, un país que conoce bien, por el que ha viajado ya y en el que se siente cómodo. Tan cómodo como para moverse por sus propios medios como un chino más. Y para salirse fuera de los lugares donde el progreso se manifiesta en forma de grandes rascacielos o de trenes de alta velocidad. Mourelo viaja por los pueblos y compara la China rural con la China de la nueva economía y la China de hoy con la que conoció en viajes anteriores. Su visión es por un lado la del viajero y por otro la del experto, si experto tiene que ver con la experiencia acumulada y con el sentido y el valor que hay que dar a quien habla desde la experiencia.

En esa primera etapa del viaje y atendiendo a todo lo que se dice de China, Suso Mourelo se pregunta “¿Tanto ha cambiado el país en estos años?” Y él mismo se responde “Las calles contestan que no. China sigue siendo, y ahora más, un país de dos marchas. Basta observar los flacos trabajadores tendidos en sus bultos y los surcos de su rostro, recorrer los barrios secundarios donde, a las puertas de las casas de comida, el humo negro asciende desde braseros de carbón; ver un hombre tiznado que tose al atizar las brasas, a la anciana que cuece huevos en la calle…”. Hay todavía mucha China detrás de los rascacielos y las autopistas.

Pero no nos paremos en China, porque tras la primera tumba que supuestamente está hoy en este país, hay otras en Mongolia y visitarlas supone recorrer su geografía en todas direcciones. ¿Y cómo es Mongolia? Seguramente Mourelo sería más prudente a la hora de contestar a esta pregunta. Pero la lectura de su relato inclina a contestar que es un país en la ruina. Tampoco en una ruina extrema porque, dejando a parte los tiempos de Gengis Khan, nunca el país gozó de una opulencia desde la que arruinarse. Lo que ocurre es que casi nada lo ayuda a salir adelante y mucho lo lleva a mirarse en el espejo de la historia y a fabular sobre unas virtudes y una riqueza que sólo están en el confuso dominio del orgullo nacional y de la mitología.

“Ulan Bator es una ciudad de charcos, cloacas abiertas, caserones deteriorados y bloques de nostalgia proletaria plantados a bocajarro” cuenta Suso Mourelos. Pero fuera de la capital las cosas no son mucho mejores. Paisajes de fábricas abandonadas, poblaciones casi muertas, comunidades envueltas en un ambiente deprimido, pedregales inmensos y extensiones áridas se reflejan en las páginas del relato que, sin embargo, mira con afecto a las gentes crecidas en un entorno hostil, enamoradas de su tierra y esperanzadas por un porvenir luminoso que debiera llegar cualquier día.

Perdido el apoyo de Rusia, Mongolia aparece como un país detenido en el tiempo y ahogado por la dureza del paisaje y del clima. Un país detenido en el tiempo y atento todavía a tradiciones y a costumbres nacidas de un pasado nómada que se mantiene vivo. La pasión por los caballos, las competiciones de lucha o de tiro al arco, el amor por la tierra o la vida sencilla en el ger hecho de fieltro para protegerse del frío dan un tono romántico a la imagen de un mundo que se niega a desaparecer. Pero ahogado por el frío y la aridez de un enorme desierto que condena a una buena parte de la población a trabajos miserables a falta de un progreso que está lejos de producirse porque el camino hacia el desarrollo parece haberse perdido en algún momento.
“En la calle dos pequeños colocan un hierro sobre el asfalto para que los coches lo aplasten, pero los vehículos no circulan; la furgoneta no arranca y el jeep de la policía está aparcado: sus agentes se protegen del calor en la hotel, sin contestar al saludo...”

Mongolia, la de los grandes espacios abiertos, la de los jinetes curtidos a la intemperie, la de los héroes que hicieron historia aparece encallada en un presente que no apunta en ninguna dirección, que parece esperar a que algo ponga de nuevo en marcha la rueda del progreso. Entre tanto, el relato de Suso Mourelo nos llega como la crónica de un lugar desconocido. Una crónica construida alrededor de la excusa de descubrir las tumbas de Gengis Khan, narrada en un lenguaje muy personal, en forma de un relato vivo, lleno de matices e interesante desde el principio hasta la última página.

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martes, 20 de marzo de 2012

La gente corriente de Irlanda

La gente corriente de Irlanda

Flann O’Brien
Nordica Libros, 2011
406 pp.

Si hubiera que buscar el decorado para una escena de interior en Irlanda, sin duda habría que elegir un pub. El pub es el ambiente cálido y también alborotado donde crece la conversación con una cerveza o un whisky en las manos....



Flann O’Brien
Nordica Libros, 2011
406 pp.





Si hubiera que buscar un decorado para mostrar Irlanda habría que pensar en un paisaje de colinas y de verdes praderas. Pero si se buscara el decorado para una escena de interior, sin duda habría que elegir un pub. El pub es el ambiente cálido y también alborotado donde crece la conversación con una cerveza o un whisky en las manos. Una conversación diaria, sobre temas que se encadenan a lo largo del tiempo y se desenvuelven como si tuvieran vida propia. Sobre temas convencionales y también absurdos, porque exprimirlos un día tras otro acaba por someterlos a las convenciones propias de los tertulianos, hartos de escucharse unos a otros y a los que hacen falta pocas explicaciones para meterse en la conversación.

Bueno, sin necesidad de entrar en el pub, éste es el trasfondo del libro de Flann O’Brien cuyo contenido fue apareciendo en el periódico desde 1940, en forma de columna diaria durante muchos años y, algo menos que diaria, hasta 1966. Un largo espacio de tiempo para desgranar esta verborrea propia de los parlachines vocacionales que no necesitan de grandes excusas para liar la hebra y sostenerla con maestría buscando el entretenimiento de la parroquia.

Parroquia la tuvo de sobra Flann O’Brien, autor de teatro reconocido, además de funcionario y de tipo mordaz y divertido como escritor en el periódico. Porque su gran mérito fue, justamente, reproducir en sus monólogos la forma de hablar –y al decir forma hay que extender el concepto y hasta casi el fondo- de los irlandeses comunes. El lenguaje provinciano, por no decir chabacano, entra en sus discursos como un guiño de humor y también de crítica. Y los temas con segundas intenciones o directamente impropios para el lugar y la época florecen con asiduidad y seguramente con regocijo por parte de los lectores de entonces. Lo suyo eran columnas cortas, sobre asuntos en apariencia intrascendentes, pero que, según parece, debía revisar la dirección del periódico para no meterse en líos con alguna autoridad o institución.

El libro recoge una selección de artículos, lógicamente de los más enjundiosos. Y para hacer boca arranca con referencias a la Asociación Irlandesa de Escritores, Actores, Artistas y Músicos que, sin duda, debió ser una institución importante y celosa de su buen nombre. Puede imaginar el lector que la referencia no es para alabarla sino más bien para despojarla de sus oropeles y con ella a sus asociados entre los que se debía contar a la flor de la intelectualidad irlandesa. Flann O’Brien, colega para más escarnio del gremio de los autores, no se corta un pelo con toda clase de ocurrencias que, más que propias de un escritor de oficio, parecen de un deslenguado arrebatado por su discurso y por el dominio de la ignorancia antes que por el de la razón.

Los temas van saltando de unos a otros llevados de la mano de quien busca el disparate arropado en la apariencia de una conversación popular. Los inventos y ocurrencias son numerosos. La propuesta de crear el oficio de maltratadotes de libros para que, tras el manoseo desalmado de una biblioteca entera, sus propietarios puedan fingir que los han leído ocupa un buen número de páginas desarrollando el tema en profundidad y observándolo desde todos los ángulos.

El huevo, así, tal como suena, es también objeto de una larga perorata donde se discuten sus peligros y salen a relucir toda clase prejuicios reales o inventados que lo desaconsejan en una dieta sana. La utilidad de acompañantes de alquiler para llevarlos al teatro y simular conversaciones supuestamente inteligentes para deslumbrar a los vecinos de palco o la idea de desplegar en banderolas el texto que deben recitar los actores para no tenerse que aprender los papeles o para que los espectadores puedan leerlos y no tener que aguantar en las butacas hasta el final de la obra van componiendo este abanico de propuestas cuya ficción tampoco está tan alejada de la realidad ni del concepto que los lectores deben tener de sus semejantes.

La sátira en melodía costumbrista es lo que reparte O’Brien en su Gente corriente de Irlanda y lo que retrata, aunque de forma muy particular, a una sociedad. Es muy probable que para el lector de hoy esta sátira haya perdido fuerza. Seguramente la Irlanda actual se reconocería mal en la imagen y en los tics que traslada el autor a sus columnas del periódico. Y seguramente, el humor también ha cambiado. La contraportada del libro habla de un contenido divertidísimo que resulta tanto de la agudeza como de la inverosimilitud de los temas que trata. En mi opinión no es para tanto. No es un libro para la carcajada ni para las grandes sonrisas, aunque sí es cierto que es ocurrente y que llega a sorprender con algunos de los disparates que se le ocurren a O’Brien y con los que mantiene viva la atención de su tertulia de lectores.

La gente corriente de Irlanda es un libro típicamente irlandés. Retrata a un país y a una época. Y entretiene todavía al lector animadamente como entretuvo a los lectores de The Irish Times, el periódico que soportó y que dio voz a sus intencionadas fantasías durante tantos años.

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lunes, 12 de marzo de 2012

Rusia imaginada. Diez viajes por el paisaje ruso

Rusia imaginada

VV.AA. Edición de Care Santos
Nevsky Prospects, 2011
314 pp.

Es a través de la ficción como acerca Rusia a los lectores este Rusia imaginada, tan llamativo como variado. Consta de diez cuentos, a cada cual más diverso...




VV.AA. Edición de Care Santos
Nevsky Prospects, 2011
314 pp.





Es a través de la ficción como acerca Rusia a los lectores este Rusia imaginada, tan llamativo como variado. Consta de diez cuentos, a cada cual más diverso, donde aparece Rusia más o menos dibujada mediante un ejercicio de creación que maneja cada autor con libertad. A través de una especie de viaje, tal como señala el subtítulo, es como cada uno de los escritores construye alguna parte del país.

Digo que es un libro llamativo por la idea misma que lo sostiene. Diez autores españoles escriben sendos relatos ambientados en Rusia, y referidos a algún lugar desconocido. Un singular juego de ficción y de realidad se abre ante los escritores que deben, así, crear con las palabras el escenario donde desarrollan sus historias y mostrarnos desde el ángulo que elijan a esa Rusia que, como un hilo, sirve de hilván al conjunto del libro.

Cada cuento tiene su propio trasfondo, cada autor busca en raíces distintas la savia que da vida a su relato, cada historia tiene un pulso propio y da lugar, al final, a un abanico de experiencias, todas imaginadas, variado y rico.

Los viejos temas aparecen en el libro, lo mismo que otros nuevos que transportan a la Rusia de hoy. De ellos y del por qué los han elegido, hablan los autores al final del libro, en un epílogo curioso que desvela al lector algo de la trama que hay detrás de cada historia. Una lectura que ha dejado huella, una noticia, el desgarro que produce alguna situación, el anhelo que suscita esa cultura profunda que es la rusa son algunos de los motivos que hierven bajo los cuentos que componen esta Rusia imaginada.

Cuentos graves, algunos, y jocosos otros, cuentos directos que describen la realidad –ficticia siempre- y cuentos más etéreos donde la bruma envuelve las reflexiones y desdibuja la historia con sus filtros de luces.

La música, la amistad, la naturaleza, la quiebra tras la caída del estado soviético, el mundo de los zares, Chechenia –no podía faltar Chechenia, ni tampoco Chernobil- aparecen en escena, con mayor o menor protagonismo, y dan una imagen de Rusia sostenida en la imaginación.

¿Todo ficción? Apunta la contraportada del libro que cuanto más se conoce, más difícil se hace hablar de Rusia y de su compleja existencia. Si ello fuera cierto, habría que reconocer también la sabiduría que anima al experimento que supone reunir a diez autores contemporáneos y proponerles el ejercicio de crear diez historias: diez viajes por el paisaje ruso. Tal vez, sea la ficción, el único refugio seguro desde el que atreverse a escribir de esta Rusia tan contradictoria, variada y esquiva.

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martes, 6 de marzo de 2012

Sólo para gigantes

Sólo para gigantes

Gabi Martínez
Alfaguara, 2011
399 pp.

La aventura está servida, en un libro que mantiene desde el principio un vivo pulso narrativo y un tono poco habitual en la literatura de viajes: el del suspense...



Gabi Martínez
Alfaguara, 2011
399 pp.





La aventura está servida, en un libro que mantiene desde el principio un vivo pulso narrativo y un tono poco habitual en la literatura de viajes: el del suspense.
Estamos aquí en el relato de una aventura real como la vida misma, a la que pone el guión –podría hacerse de ella una película- Gabi Martínez. Gabi es un escritor de éxito, premiado, autor de unos cuantos libros alabados por los críticos y bendecido por un montón de seguidores incondicionales. Que Alfaguara le haya hecho un hueco en su apreciada colección es un buen indicio.

Sólo para gigantes es un libro de investigación y, además, de acción. ¿Yqué investiga? Gabi Martínez investiga la vida de un personaje del que el lector seguramente no habá oído nunca hablar. Jordi Magraner, con un nombre tan catalán, era francés, al menos de adopción. Se crió, se educó y vivió en Francia la mayor parte de su vida. Y murió joven.

Rebelde, autodidacta, arrojado, movido por un espíritu científico –aunque no académico- se interesó por la biología que le fascinó desde niño y para la que tenía una singular predisposición. Apasionado, marcho al Himalaya y allí siguió la pista de la leyenda del ‘yeti’, convencido de que contenía elementos objetivos de realidad. Magraner no es que fuera un visionario, es que conocía la historia de descubrimientos en pleno siglo XX de especies animales nunca vistas por científicos y sabía que en la inmensa cordillera asiática podía perfectamente hallarse un homínido en vías de extinción, aislado y huidizo que sólo aparecería si se emprendía una búsqueda laboriosa y sistemática. Su empresa consistía en encontrar una aguja en un pajar.

La historia se corta con el asesinato de Jordi Magraner, afincado para sus estudios en un lugar remoto en Pakistán. Y tras caer en el olvido, emerge de la mano de Gabi Martínez que se siente fascinado por ella y por el personaje que la encarna.

Magraner, decidido, enérgico e intratable en muchos aspectos, proyecta su empresa con atención, establece contactos con Francia, crea sus bases de apoyo y deja mucha documentación. A través de todo ello, Gabi Martínez se abre camino. Va al encuentro de la familia que guarda cartas y documentos, se entrevista con personas que lo acompañaron en sus expediciones y busca hablar con personajes que descubre siguiendo el rastro de lo que le han contado o de lo que ha leído.

En términos cinematográficos el libro de Gabi Martínez es un docudrama. Levanta para el lector el escenario de los hechos y reconstruye en él al personaje que se perdió y a su vida de novela. Encuentra en Jordi Magraner a  un hombre absolutamente excepcional, duro, a pesar de su juventud, inteligente, reservado, irascible hasta la crueldad, racional y de un saber casi enciclopédico en aquello que le interesa. Y puede rastrear su vida casi al detalle en sus andanzas en busca del esquivo yeti a través de las pistas que deja, Pero la reserva con que se mueve Magraner deja espacios oscuros que Gabi Martínez no acierta a iluminar.

Magraner es un extrajero en una región que fue idílica no hace tanto, y que vivió aislada. Los valles del Himalaya, fronterizos con Rusia, Pakistán, Afganistán, China, se habían mantenido sin cambios desde tiempos antiguos. Pero la intervención soviética primero en Afganistán y el auge de los talibanes después supuso cambios en la población y amenazas hasta hacía poco inéditas. El integrismo islamista hace de Magraner más extranjero todavía de lo que era, las operaciones de desestabilización pusieron en juego a los servicios secretos de occidente y del propio Pakistán y pusieron en su punto de mira a Magraner. Comunidades de etnias distintas que habían convivido durante siglos se vieron enfrentadas por sospechas mutuas y por una ola de intolerancia.

La muerte de Magraner recorre en segundo plano el libro de Gabi Martínez que termina con hipótesis sobre las que a día de hoy no es posible concluir. ¿Fue una acción concebida por los talibanes con apoyo de gentes que vivían próximas a él? Seguramente. La investigación oficial no prosperó y no parece que hubiera intención de que tocara fondo. La de Gabi Martínez, en cambio ha sido exhaustiva aunque ha dejado inconcluso el episodio de la muerte de Jordi Magraner sobre el que hay un muro de silencio.

Envuelta en este final de misterio la peripecia de Jordi Magraner despierta desde la primera página el interés del lector. Le descubre a un personaje fuera de lo corriente, le asoma a una aventura –la de buscar al yeti- que parece de ficción, y le transporta a un mundo, el de los valles del Himalaya con sus gentes, su compleja historia y su vida rigurosa, del que hay pocas noticias que vengan de personas establecidas en ellos y que las cuenten de primera mano.

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