viernes, 18 de mayo de 2012

Alí y Nino

Alí y Nino

Kurban Said
Libros del Asteroide, 2012
295 pp.

Son muchos los hilos de los que tirar, y todos interesantes, a la hora de hablar de Alí y Nino. Y no extraña, por ello, que se haya calificado a la novela como el libro más importante de la literatura de Azerbaiyán...



Kurban Said
Libros del Asteroide, 2012
295 pp.





Son muchos los hilos de los que tirar, y todos interesantes, a la hora de hablar de Alí y Nino. Y no extraña, por ello, que se haya calificado a la novela como el libro más importante de la literatura de Azerbaiyán. Siempre es arriesgada una afirmación tan contundente, pero no hay ninguna duda de que la novela cautivará al lector, lo emocionará y le dará elementos para la reflexión con los que podrá entretenerse más allá del tiempo dedicado a la lectura.

Alí y Nino más que una novela intensa es una novela extensa. Porque, en paralelo a la historia de amor que flota sobre el desarrollo de la trama, se despliegan asuntos de hondura histórica y también de rabioso presente. ¿Son ustedes partidarios de eso que se ha dado en llamar la ‘alianza de civilizaciones’? Pues bien, sin que el libro haga teoría alguna, a lo largo de sus páginas se irán enfriando las esperanzas de que esta idea pueda llegar a ninguna parte. La distancia entre unos y otros es tan profunda que habría que volver a crear el mundo para allanar las grietas que separan a quienes están en lados distintos y para que puedan ser aliados fiables y confiados. Pero a lo largo de las páginas también aflora una corriente de entendimiento, una fidelidad radical –me refiero a hundida en las raíces- hacia el otro y una voluntad de superar las diferencias que acaba por dejar un espacio al ‘y por qué no’. ¿Y si fuera que sí?

Esta reflexión, que tiene en la actualidad mucha miga, emerge sin querer en las primeras páginas del libro porque el autor incide en un hecho crucial en las tierras del Cáucaso, desde Georgia al Azerbaiyán. ¿Estamos en Asia o es Europa todavía?

El libro empieza con la voz de un adolescente, casi niño, en la ciudad de Bakú, a orillas del Caspio. Familias importantes, algunas de raigambre persa y musulmanas, armenias y cristianas otras, georgianas con títulos nobiliarios, y también judíos y rusos. Rusos porque el zar extendió sus dominios sobre estas tierras, en esa expansión del imperio hacia el sur que daría lugar a lo que los políticos europeos llamaron ‘the big game’. Y además de rusos otros europeos porque es el momento en que Nobel está perforando en aguas del Caspio y está abriendo a Europa el gran negocio del petróleo. Complejo ¿no?

En este ambiente, y en la voz de este niño, la maravilla del mundo musulmán se expresa de manera clara. La armonía de las costumbres antiguas, el respeto a las leyes, el amor a la tierra, el sabor dulce de las tradiciones, el sabio respeto a la palabra de dios y el tierno reconocimiento de la poderosa bondad del creador hablan de un mundo estable y bello. Tan estable y bello que el lector comprende enseguida que el autor ha elegido a un niño para decir, sin decirlo, que la armonía que rodea al ideal musulmán necesita de la ingenuidad infantil para sostenerse. No hay en Alí y Nino una toma de partido evidente. Y sí hay, en cambio, el deseo de mostrar la difícil convivencia en una tierra tan cargada de diferencias que todo, sobre todo el equilibrio, es en realidad inestable y poco natural.

Estamos a principios del siglo XX, y el pasado enseña que todo han sido guerras en este aparente paraíso de tierras desérticas donde ahora conviven tantas gentes distintas supuestamente en paz. Unas tierras de amores divididos, que se sienten europeas a veces y asiáticas otras. Si no fuera por Rusia, tan atrasada, Bakú tendría su lugar en Europa. Quienes conocen la historia, musulmanes o cristianos, saben que por ahí pasó Alejandro y en su memoria resuenan los mitos griegos y la leyenda de Jasón y el vellocino de oro. Europa no se extingue así como así, se hermana con Asia y ha puesto su semilla en el Azerbaiyán, y una promesa de progreso. Y al mismo tiempo, hay raíces también llevan el alma a gozar de la dureza de las gentes del Karabaj, de la cordialidad de los vecinos georgianos, de la sospechosa hermandad de los turcos sunitas y de su codicia sobre las tierras azerbaijanas. Y hay, por supuesto, una admirada fidelidad hacia ese Irán, decrépito y glorioso al mismo tiempo, fanático y exquisitamente culto, envuelto en la poesía, y que sigue siendo un faro que atrae la mirada de quienes dudan si pertenecen a Europa o a Asia.

El Cáucaso es casi una tragedia debido al peso de la historia. Una tragedia aliviada a diario por la luz esperanzadora del amor. La sed oriental de sangre marca a los hombres y sale a la luz frente a cualquier amenaza. Hombres astutos que han hecho de la desconfianza una norma en la vida. “No perdones nunca a tus enemigos, que nosotros no somos cristianos. No pienses en el mañana, que eso acobarda, y no olvides nunca la fe de Mahoma, la de la doctrina chií…” Pero al mismo tiempo son muchos años los vividos al lado de esos cristianos convertidos en vecinos, con sus ciudades de calles anchas y rectas, poderosos y lanzados al progreso.

El título del libro propone, ya de entrada, la contradicción que separa y que une a los personajes y a su entorno. Alí un nombre que resume las esencias del Islam y Nino, la santa patrona de la cristiana Georgia. A partir del enamoramiento sin fisuras de ambos personajes se teje una historia apasionante. Merece la pena dejarse llevar por la novela y entrar en este mundo del que los occidentales sabemos tan poco y nos parece tan alejado. Quienes tomen Alí y Nino en sus manos se asomarán a la vida de gentes y a lugares de los que casi no tenían noticias y entenderán por qué en la cubierta se afirma que se trata del libro más importante de la literatura de Azerbaiyán.

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