miércoles, 27 de junio de 2012

Freelander

Freelander

Miljenko Jergovic
Siruela, 2012
168 pp.

Freelander hace pensar que estamos ante una segunda generación de esctritores balcánicos. En tono muy informal, en un lenguaje muy joven, Miljenko Jergovic habla de un viejo profesor, aburrido, encerrado en recuerdos. Pero la historia despega envuelta en humor...



Miljenko Jergovic
Siruela, 2012
168 pp.





Aún sin gran experiencia en la literatura de la región, el inicio de la lectura de Freelander hace pensar que estamos ante una segunda generación de esctritores balcánicos contemporáneos. En tono muy informal, en un lenguaje muy joven, Miljenko Jergovic habla de un viejo profesor, aburrido, deprimido sin duda, alejado del mundo que lo rodea, encerrado en su apartamento, envuelto en recuerdos... ¿Y dónde está la guerra, se preguntará el lector, que sabe que es la invitada permanente en cualquier narración de los escritores balcánicos de los años recientes? La respuesta es que no está. No está en las primeras páginas y no está en forma explícita en la mayor parte de  la novela.

Es más, el ensimismamiento del protagonista hace pensar que la narración va a derivar en un relato íntimo donde incluso el entorno -Croacia, en este caso- queda desdibujado como un irrelevante telón de fondo. Pero no. No van por ahí los tiros, porque Miljenko Jergovic es hábil y atrevido y coloca en Sarajevo el punto de fuga de una historia que, en forma de viaje, arranca en Zagreb de forma inesperada y se convierte en una experiencia real y vital de mucho calado.

Nuestro viejo profesor se pone en ruta para efectuar este viaje, al mismo tiempo que pone en marcha la máquina de los recuerdos.  Y los recuerdos en los Balcanes no pueden ser otra cosa distinta que una sucesión de miedos y de conflictos oscuros,  poco edificantes y, al final, absurdos.

El absurdo, sabiamente manejado por Miljenko Jergovic es la sal de la novela que no es negra en ningún momento porque el humor la salva y genera en el lector más de una carcajada. Sin decirlo, Miljenko Jergovic necesita del absurdo para hablar de Croacia, de Bosnia, de la antigua Yugoslavia y se vale para ello del profesor jubilado, de su Volvo pasado de moda que es para él el bien más preciado y de una pistola sin la cual no se atreve a salir de su mundo.

El camino entre Zagreb y Sarajevo es para nuestro protagonista el camino a lo largo de la vida porque cualquier incidente, cualquier paisaje o encuentro le suscita recuerdos de esta tierra maldita en la que los alemanes de Hitler se marcharon derrotados, los italianos de Musolini desaparecieron con más pena que gloria, los revolucionarios y los comunistas tampoco salieron bien parados y la mezcla de cristianos, musulmanes, serbios, croatas, bosnios, herzegovinos y demás pueblos resolvieron su difícil convivencia en medio de sospechas, conflictos y toda clase de malas artes.

El temor al otro, el desprecio, el ánimo de revancha o la convicción en la propia superioridad guía el comportamiento de todos de forma tan dramática como jocosa. El relato de un partido de fútbol entre un equipo de fuera y el equipo local compuesto por una impresentable plantilla de brasileños y con una hinchada dispuesta a prender fuego al mundo en caso de derrota lo utiliza Miljenko Jergovic como metáfora de los demonios balcánicos divertida en extremo y brillante como relato de humor.

En la contraportada del libro se avisa de que Claudio Magris ha dicho de la novela que 'se trata de un relato magistral de la desesperanza y vitalidad desbordante de los Balcanes, aderezado con grandes dosis de humor negro'. La frase resume el libro sin exageración alguna. Quien desee tener una visión moderna, aguda y poco convencional de los países balcánicos hará bien en leer Freelander y en dejarse llevar por los retazos de historia y de presente con los que juega, que le sonarán sin duda y le harán pasar ratos de lo más divertidos.

Leer más…

martes, 19 de junio de 2012

Un camino entre dos mares. La creación del Canal de Panamá (1870-1914)

Un camino entre dos mares. La creación del Canal de Panamá (1870-1914)

David McCullough
Espasa, 2012
550 pp.

1914 es el año del inicio de la Primera Guerra Mundial. Pero fue también el de un acontecimiento que cambió el mundo para bien, el de la inauguración del Canal de Panamá...


David McCullough
Espasa, 2012
550 pp.





1914 es para la historia el año de una de las mayores catástrofes de la humanidad, el del inicio de la Primera Guerra Mundial. Pero fue también el de un acontecimiento que cambió el mundo para bien y que tuvo una trascendencia que superó a cualquier otra en los tiempos modernos. Fue el año de inauguración del Canal de Panamá, el paso que acortaría las distancias de la tierra de manera decisiva y que iba a permitir comunicar por mar los dos grandes océanos, el Atlántico y el Pacífico sin necesidad de rodear las peligrosas aguas del estrecho de Magallanes. En la época del desarrollo del comercio, cuando los viajes se hacen más habituales y necesarios que nunca, la apertura del Canal de Panamá iba a abrir una nueva era en las comunicaciones.

Un camino entre dos mares cuenta justamente esta hazaña que ha quedado olvidada y que resulta una aventura propia de una novela. Cuenta la hazaña y la pone en contexto para destacar su importancia, su enorme complejidad y las dificultades de todo orden que hubo que vencer (financieras, políticas, diplomáticas…) para llevarse a cabo.

Quinientas páginas son muchas páginas. Pero McCullough no las plantea como las de un libro de historia sino como las de un relato de intriga, un relato de intriga minucioso porque apuesta por la biografía y los detalles personales para crear en el lector las sensaciones que rodearon al proyecto y sin las cuales su importancia quedaría desdibujada.

Todo lo que tiene que ver con el Canal lo aborda McCullough, que da muestras de un conocimiento enciclopédico porque son muchos los ángulos desde los que observa y es muy compleja la época de la que habla. Estamos en el momento de la gran industrialización de las potencias europeas y norteamericana, de la euforia que genera el progreso ligado al desarrollo tecnológico, estamos en el período de inestabilidad en Europa que crean las luchas sociales y los enfrentamientos que preceden a la Gran Guerra y en la época de replanteamiento estratégico de las potencias para repartirse la influencia en el mundo. Muchos asuntos y todos ellos con derivadas importantes que condicionan lo que puede parecer que no es más que una obra de ingeniería.

La creación de un canal por Centroamérica era en realidad una idea antigua. La posibilidad de ahorrar miles de millas de navegación se había hecho evidente y se había convertido en necesaria. ¿Necesaria para quién? Para todos los países que vivían del comercio, pero muy principalmente para China y los Estados Unidos. Por ello, los proyectos se fueron sucediendo a lo largo del tiempo y culminaron después de la experiencia exitosa de abrir el Canal de Suez. No era suficiente con querer abrir un canal. Había que tener extraordinarios medios técnicos y también financieros. El canal de Panamá era la mayor obra emprendida nunca en la historia y las dificultades enormes. Hubo que inventar máquinas, hubo que dominar la geografía, hubo que organizar a decenas de miles de trabajadores, hubo que modernizar el transporte, hubo que prestar una atención masiva a la sanidad y hubo que involucrar a la ingeniería más avanzada para poder emprender el proyecto.

Y a pesar de ello, el primer intento fracasó. Fracasó por deficiencias en el planteamiento técnico, por dificultades sobrevenidas ante la imposibilidad de asentar el terreno, de extraer millones de toneladas de piedra, de vencer a las enfermedades y de conseguir el dinero necesario para afrontar tanta tarea. El proyecto francés, con Lesseps a la cabeza –el mismo que había triunfado en el canal de Suez-, con Eiffel desarrollando las esclusas y con la flor y la nata de la ingeniería europea terminó en fracaso. Y culminó en una investigación parlamentaria que McCullough cuenta con detalle, que se convirtió en un escándalo de gran alcance político y que resultó una crisis de alcance nacional en la que grandes y pequeños ahorradores perdieron cuanto tenían. El capitalismo salvaje y fuera de control de los grandes grupos financieros -¿les suena la música?- movilizó el disgusto del país entero y puso las piedras para el desarrollo de un nacionalismo en Francia que terminaría en asuntos tan turbios como el Dreyfuss.

Pero la historia del primer fracaso es sólo la introducción de esta aventura prodigiosa. Detrás de Francia estaban los Estados Unidos que veían ya Latinoamérica como su patio trasero y que trabajaban desde hacía tiempo en cimentar las bases políticas que les permitiera abrir el canal y asegurar la soberanía sobre él. Por un lado, una obra ingente de ingeniería acompañó la realización del proyecto, además de un diseño que aprovecharía todo lo aprendido del fracaso francés. Pero por otro, y nunca reconocido oficialmente, un terremoto político afectó a Colombia, que vivió la amputación de parte de su territorio para la creación del nuevo estado de Panamá por el que debía pasar el canal.

Es conocida la ambigua frase del presidente Truman sobre la intervención de los Estados Unidos en este episodio estratégico para sus intereses en el dominio de las rutas comerciales. Los Estados Unidos, vino a decir, nunca necesitaron fomentar la revuelta militar que supuso a Colombia la pérdida de las tierras de Panamá. Bastó con levantar la bota que hasta el momento mantenía viva la disciplina del ejército colombiano para que las cosas discurrieran a favor de los intereses norteamericanos..

Tal vez McCullough se extienda demasiado en sus divagaciones, tal vez se aproxime en exceso al género de novela histórica para quitar hierro a un relato tan extenso y hacerlo más vivo y agradable a la lectura. Pero el hecho es que cuenta con detalle y con interés para el lector uno de los hechos más relevantes del siglo XX, la construcción de una obra que cambió el mundo, que condicionó el futuro de Centroamérica y que resulta, para el lector de hoy, una aventura de lo más apasionante.

Leer más…

jueves, 7 de junio de 2012

Ave, bárbaro. Roma x Roma

Ave, bárbaro. Roma x Roma

Carlos López-Tapia
Edición de Carlos López-Tapia
416 pp.

Carlos López-Tapia ha aceptado el reto de dedicarle un libro a Roma y hay que decir que el resultado está lleno de interés para el lector....


Carlos López-Tapia
Edición de Carlos López-Tapia
416 pp.





Roma, la ciudad de Roma, ha despertado el interés de los escritores desde antiguo. Son numerosos los libros de viajeros, literatos, periodistas… que se han sentido atraídos por ella y que han querido contar a sus lectores lo que saben y lo que vieron y sintieron, porque es tanto lo que Roma contiene que no deja de sorprender y de emocionar a cuantos la visitan.

Carlos López-Tapia se pone a la cola –en el tiempo, me refiero- de esta lista en la que figuran personajes como Goethe o como Stendhal que se enamoraron de la ciudad y sintieron la necesidad de hablar de ella. La pregunta, seguramente, es la de qué más puede decirse que no se haya dicho ya y cómo se puede decir algo que no desmerezca al lado de todo lo ya escrito.

Carlos López-Tapia ha aceptado el reto de dedicarle un libro a Roma y debo decir que el resultado está lleno de interés para el lector. Que su apuesta, aunque arriesgada, ha sido un éxito. Seguramente, Carlos López-Tapia no podía hacer otra cosa. Le ha dedicado a la ciudad demasiado tiempo y demasiado conocimiento como para no verse envuelto por ella y por el atractivo de su inagotable historia y de su rica personalidad.

Carlos López-Tapia es de los que sostiene que disfrutar es conocer. Es ir más allá de la superficie o lo que es lo mismo es hacer el camino para encontrar lo que hay detrás de cada lugar, de cada calle o de cada plaza, de cada barrio y de cada edificio. ‘Viajar comprendiendo –dice- significa molestarse porque entender cuesta…’

Pero no pide al lector, al interesado en este caso en Roma, que se ponga a estudiar. Lo ha hecho él y ademàs, sin aparentar sacrificio alguno porque, tal como confiesa, lo suyo es pura vocación. Es un apasionado de la ciudad. Seducido por sus orígenes, en los que se reconoce, en los que escucha la voz de su propio pasado, Carlos López-Tapia se enamora de Roma y sin que nos demos cuenta nos lleva de la mano alentado por esa necesidad de contar que acompaña a los enamoramientos. Y, asi, nos conduce a través del tiempo por la Roma más antigua, por la imperial, por la de los bárbaros, por la de los papas, por Roma del romanticismo, por la de Garibaldi… hasta hoy.

Pero Ave, bárbaro no es una historia. Es una sucesión de encuentros con personajes, con situaciones, con acontecimientos que se desvelan a medida que vamos conociendo la ciudad y la recorremos. Y es sobre todo, un ‘mirador’ sobre la vida que a lo largo del tiempo se ha desplegado en la ciudad.

Cicerón, Tito Livio, Ovidio, Séneca, Plinio, entre los escritores, Adriano, Marco Aurelio, Calígula, Augusto entre los emperadores … un sin fin de personajes acuden a las páginas del libro para dar vida a esta Roma infinita donde caben también Anita Ekberg, Mastroniani y Fellini.

Da la impresión de que Carlos López-Tapia  es una enciclopedia. Pero una enciclopedia que juega con los temas del modo más variado de forma que no es aburrida jamás. Y no es aburrida por lo agudo de su mirada y la extensión de sus conocimientos. La descripción de esa estatua casi viva que es el Moisés de Miguel Ángel, revelando desde la superficie del mármol la profunda genialidad del escultor, o la pormenorizada descripción de las pinceladas del retrato de Inocencio X que pinta Velázquez durante su estancia en Roma o de las luces de La fragua de Vulcano son un regalo para el lector y un aliciente para visitar una vez más la ciudad.

Ave, bárbaro debe leerse con un ordenador o una tableta conectados a Internet para sacarle todo el partido. Alguna ilustración ayuda a visualizar aquello de lo que habla el texto, pero las calles, las plazas, los edificios, pinturas, esculturas y monumentos diversos requieren tenerlos a la vista, más que en la memoria, para quienes ya los vieron y atienden ahora a las explicaciones de López-Tapia.

Ave, bárbaro desborda por mucho los límites de la ciudad. El propio autor avisa de ello. Su libro, dice, es ‘un viaje por la memoria de la cultura occidental’. Es decir, es en buena parte un recorrido por nuestras raíces. Raíces medio olvidadas, que a menudo nos suenan y que el autor ilumina y nos acerca.

El subtítulo del libro, Roma x Roma, tiene su razón de ser. Carlos López-Tapia recurre al artificio de hacer que sea Roma la que habla, de convertir a la ciudad en personaje y darle voz para que cuente su historia y sus historias. El juego resulta eficaz y humaniza a la vieja ciudad, pero los conocimientos del autor son tantos que no hacía falta tomar prestada la voz de Roma para ponerlos sobre el papel. A mi, personalmente, me hubiera gustado más escuchar a Carlos López-Tapia hablando de su ciudad, en la seguridad de que ello no hubiera sido desmerecimiento alguno para ella.

Ave, bárbaro es un libro singular. Otros, con aires más periodísticos, han tocado los mismos lugares y han hablado también de anécdotas romanas presentes y pasadas. Roma da para muchos libros y todos de interés. Pero el que ahora nos ocupa destaca sin duda y merece una mención muy especial. El lector lo pasará bien con él,  a buen seguro aprenderá un buen número de cosas y recuperará el deseo de volver a Roma si es que con el tiempo la idea de regresar a la ciudad quedó perdida en el olvido.

Leer más…