domingo, 19 de agosto de 2012

Elogio de Bruselas

Elogio de Bruselas

Rui Vaz de Cunha
Carena, 2012
246 pp.

Resulta que hemos vivido engañados por una imagen injusta y que Bruselas no es la ciudad seria y aburrida que se supone ...



Rui Vaz de Cunha
Carena, 2012
246 pp.





Solamente empezar, el lector descubre que Rui Vaz de Cunha es socarrón y que esa Bruselas de la que va a hablar no es la ciudad seria y aburrida que se supone. Resulta que hemos vivido engañados por una imagen injusta, difundida por quienes no han sabido ver la ciudad y por la historia, discreta y poco airosa, para lo que debiera ser una capital europea.

Elogio de Bruselas mira todo el tiempo tangencialmente y consigue así una visión de la ciudad nada habitual y en buena medida sorprendente. Bruselas no se ha sabido vender y quienes se pusieron a ello, como los franceses, lo hicieron cargados de prejuicios. Francia siempre vio a los belgas como la gente torpe y propicia a quedar en ridículo en los chistes más tontos. No vio a Bélgica como un país llano sino como un país plano.

Por eso hace falta un portugués, Rui Vaz, para rescatar el buen nombre de la ciudad y llenarla de las virtudes que los forasteros no han sabido ver. El problema no es que a Bruselas le falten méritos, el problema, como el de sus escritores, que también los ha habido, es de ‘distribución’, es decir, de marketing. Y de ese clima gris y poco propicio que agobia a los funcionarios internacionales y a la gente de paso que se queda únicamente en los detalles.

Bruselas es una ciudad rara, para Rui Vaz de Cunha, porque siendo una capital, lo es a la inversa del resto de capitales. Con ironía, pero con buen ojo histórico, advierte que mientras los distintos países se las arreglaron para crear sus propias capitales, Bruselas lo hizo al revés. No fue capital hasta el siglo XIX, porque Bélgica no existía como país. Parece que las potencias europeas crearon Bélgica para darle a Bruselas un papel, de modo que la ciudad se convirtió en capital cuando estaba acostumbrada a vivir a su aire.

El aroma portugués del autor recorre el libro y el lector descubre enseguida que es un artificio. Es un artificio que permite jugar con el compadreo de los países pequeños que se sienten hermanados por su falta de importancia y por ser el resultado de los empujones de los grandes. El pequeño puede jugar por libre y, como hace nuestro autor, entretenerse en contar grandes y pequeñas historias sobre la ciudad que pasarían desapercibidas a un escritor más serio.
Pero es que Rui Vaz de Cunha, es él mismo una ficción en la que se amparan con humor los verdaderos autores, que son dos, uno Ignacio Vázquez Molini, funcionario europeo, y  otro Jaime-Axel Ruiz Vaudrihaye, madrileño y bruselense, según cuentan ellos mismos.

Elogio de Bruselas es un homenaje desenfadado a esa ciudad maltratada por su imagen roma y un homenaje también a sus habitantes, gentes con ironía y amables que han sabido descubrir el ‘difícil y equilibrado arte de vivir que parece la característica principal del alma de Bruselas’.  Las calles, la vida de los bruselense y de los funcionarios, algún que otro restaurante, alguna iglesia, retales de historia, la mano de la masonería, viejos oficios y nuevos edificios, escritores, pintores e intelectuales, los comics, los valones y los flamencos desfilan por las páginas del libro en una especie de conversación suelta con la apariencia de un chismorreo pero fundada en un conocimiento exhaustivo y en un declarado amor a la ciudad.

Bruselas merecía alguien que la reivindicara y la sacara del universo frío de las ‘directivas’, las comisiones, las fotografías y los discursos que proyectan hoy su imagen menos grata. Rui Vaz de Cunha, ese portugués de ocasión que oficia de autor de este libro, lo hace con gracia y con amplitud de miras, cuenta una y otra historia, unas veces importante y otras de pura anécdota, y ofrece al lector la ocasión de entretenerse un buen rato y de abrir los ojos a una capital que, sin que nos diéramos cuenta, resulta que está llena de encantos.

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lunes, 6 de agosto de 2012

El zorro ártico

El zorro ártico

Sjón
Nórdica Libros, 2008
131 pp.

El zorro ártico es un libro sorprendente en la forma y en el contenido, como sorprendente es también la afirmación de que se trata de la obra más importante de la literatura islandesa actual...



Sjón
Nórdica Libros, 2008
131 pp.






Si es usted un lector convencional, verá seguramente con aprensión este librito que supera por no mucho las cien páginas y que en su principio parece construido a pequeñas raciones más parecidas por su forma a unos poemas que a los párrafos que componen una novela o un cuento escrito en prosa.

El zorro ártico es un libro sorprendente en la forma y en el contenido, como sorprendente es también la afirmación de que se trata de la obra más importante de la literatura islandesa actual. No se dice eso de un libro a menos que sea realmente singular.

El zorro ártico se lee de un tirón. Y consigue crear emoción en el lector a base de elementos sumamente escasos. Tan escasos como los que proporciona esta Islandia cubierta de hielo y nieve, hecha un desierto blanco que rompe solamente el negro de alguna roca y el hilo de la vida del cazador y del zorro, solos en un universo donde no parece existir nadie más. Es Islandia. No hace falta contar más. Sabemos que la escena ocurre al final del XIX. Pero los elementos que aparecen en ella son pura sustancia y el discurrir de los acontecimientos intemporal.

La extrema dureza del entorno pone en situación al lector y describe un país donde se impone con fuerza la naturaleza. Pero al contrario de lo que podría parecer se trata de una naturaleza amiga, a pesar de su rigor. Deja espacio para la alegría, para sentir en la nieve y el frío la atmósfera cálida del hogar, de un mundo conocido y familiar.

En la descripción que hace Sjón todo es mínimo. Lo es la diferencia de los colores, lo son los movimientos, lo es la calculada reacción del cazador y de la presa. Y lo son los medios con los que se expresa el autor. Se diría que estamos ante algún tipo de expresión poética si la poesía consiste en aplicar las palabras justas. Nada sobra en el relato que muestra un lugar donde nada sobra. Ni el calor, ni la luz, ni la compañía de otros seres.

Como si se tratara de cuentos alejados unos de otros, la narración de Sjón cambia de situación y dibuja algún escenario y algún personaje nuevo, siempre en un ambiente físicamente gélido y anímicamente contenido. La vida es estricta, los demás aparecen desdibujados como a través de la ventisca y las relaciones entre unos y otros suspendidas en el aire y distantes como corresponde a gentes que aprendieron a vivir en soledad.

La literatura islandesa bebe de tradiciones mágicas, de personajes que viven en las entrañas de la tierra, de animales con atributos extraños, de árboles y de rocas encantados. En El zorro del ártico la condición mágica de la vida asoma también porque la tierra islandesa hace casi inevitable que la naturaleza hable y se exprese en términos sobrenaturales. La misma calidez con que la nieve acoge a la vida, anima a la naturaleza que se mezcla en el destino de los hombres y juega con ellos caprichosamente.

Las más hondas esencias de Islandia emergen en esta narración extraordinaria que mezcla la aventura, el recuerdo, los afectos, la descripción de la tierra … y cuya fuerza mantiene al lector atento, como embrujado también, por esa magia invisible que rodea a todas las cosas.

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