lunes, 1 de octubre de 2012

Un dragón en el corazón

Un dragón en el corazón

Olivier Page
Altair, 2012
227 pp.

Un dragón en el corazón sorprende, interesa desde la primera página y se lee con rapidez. Difícil será que después de tenerlo entre las manos, el lector no sienta el deseo de visitar Vietnam...



Olivier Page
Altair, 2012
227 pp.





“Si vertimos la influencia china taoista, confucionista, budista, francesa cristiana, el ascendiente del bloque socialista y la globalización en un tubo de ensayo y lo calentamos (…) el resultado es Vietnam.”

Se acostumbra a presentar Vietnam como un país de gente distante, no áspera, pero tampoco cálida. Sin duda, la falta de comunicación entre un occidental cualquiera y un vietnamita, la distancia que separa la cultura de unos y otros, la diferencia de costumbres y de vida ayudan poco a que se establezca una relación fluida y a que surja este entendimiento espontáneo que leemos como cordialidad. Vietnam cae muy lejos y pudiera resultar un mundo opaco. Por eso Un dragón en el corazón sorprende, interesa desde la primera página y se lee con rapidez. Difícil será que después de tenerlo entre las manos, el lector no sienta el deseo de visitar el país y difícil también que no vea Vietnam con ojos distintos de aquellos con los que hubiera visto el país antes de la lectura.

Olivier Page es un profesional de la literatura de viajes. Un profesional en el sentido más positivo. Sabe cómo introducir al lector en el tema, sabe sacarle partido al lugar, sabe moverse para encontrar temas, personas y situaciones relevantes para el lector y es un hábil escrutador de la realidad para hacerla comprensible e interesante. Pero además, por encima de un profesional, es un escritor humano. El concepto de humanidad lo lleva en su escritura y también en su mirada.

Casi nunca, la literatura de viajes es objetiva. Todo lleva a sentir aprecio sobre aquello de lo que se escribe, sobre el país, sobre la gente… y en este caso no podía ser de otro modo. Olivier Page reconoce su admiración por los valores de los vietnamitas, por su tenacidad, por su capacidad de sacrificio, por su industriosidad y también por su humanismo. Un humanismo que hay que entender como un sentido de humanidad profundo que percibe en las gentes con quienes se encuentra y que da al texto que escribe y a las sensaciones que transmite un tono contenidamente poético.

Nada más sorprendente que descubrir que hay poesía en Vietnam cuando la experiencia del país ha sido históricamente –y sin necesidad de remontarse a muchos años atrás- tan traumática. Vietman hoy es un país luminoso. Así nos lo describe Page, que habla de Hanói o de la antigua Saigón como ciudades jóvenes y vitales con los ojos puestos en el futuro y envueltas en una prosperidad nunca antes conocida. Los cambios rapidísimos en las ciudades y en las familias y en las condiciones de vida no rompen sin embargo el hilo que permite mirar a un pasado reciente donde la guerra y sus secuelas aparecen con fuerza.

Oliver Page juega a dos bandas, cuenta lo que ve, pone las cosas en contexto, da información y argumentos, pero reserva una buena parte del libro a las voces de otros. Se retira del primer plano y muestra cómo son los numerosos personajes con los que se encuentra. Personajes que conocía ya como resultado de viajes anteriores o que conoce de nuevas porque son singulares y se las arregla para que lo reciban. Intelectuales, ancianos ya pero de mente viva, viejos comerciantes que fueron ricos antes del socialismo y que se adaptaron al presente, artistas de vanguardia que vivieron las contradicciones de la ortodoxia en la ideología, modelos de revista y de alta costura, campesinos, viejos militares que se dejaron la piel luchando por la independencia del país y contra los norteamericanos… Un largo desfile de personas muestra la realidad de este nuevo Vietnam, renacido y optimista. Y da pie a descubrir estas virtudes que Page destaca y entre las que sobresale la falta de rencor hacia el pasado.

Vietnam rueda ya a toda velocidad en esta pista de despegue que supone abandonar la pobreza y entrar en la modernidad. Dentro de unos años, dice Page, seguramente Hanoi o Ho Chi Minh no se distinguirán de Seul o de Bangkok saturadas de coches y de edificios altos. Pero hoy no hemos llegado todavía a este punto y el país que encontramos conserva muchos de los aromas heredados del pasado. Por eso la lectura  de Un dragón en el corazón es oportuna. Lo es porque nos da las pistas para reconocer un Vietnam que se acaba y que tal como es hoy resulta admirable y lleno de atractivos.

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