lunes, 1 de abril de 2013

Jóvenes talentos

Jóvenes talentos

Nikolai Grozni
Libros del Asteroide, 2012
344 pp.

Estamos en la Bulgaria socialista, pero lejos de la desolación de un país acabado y gris, por que el protagonista de esta novela está lleno de vida y es un auténtico quebradero de cabeza para sus profesores y para 'el sistema'...



Nikolai Grozni
Libros del Asteroide, 2012
344 pp.






Estamos en Bulgaria, en la Bulgaria socialista. Una Bulgaria que ya no es, pero que es tan reciente que pesa todavía sobre el país que conocemos y que está viva en la experiencia de buena parte de la población.

El socialismo fue esa especie de manto que se extendió sobre los países del este de Europa y que para los países del oeste representó el mundo del más allá, la miseria y la desolación encerrada tras esa línea brutal que Churchill bautizó como el 'telón de acero'.

¿Pero creían ustedes que ese mundo socialista era gris en su totalidad, que era un fracaso absoluto, un lugar donde era imposible despuntar, que no tenía fisuras y espacios donde pudiera lucir el sol? No era del todo gris. O al menos no lo era para todos porque tenía -y tiene en los lugares donde se mantiene- espacios de excelencia para gimnastas sobresalientes o científicos superdotados, ajedrecistas de primera, músicos o bailarines singulares donde podían tocar el paraíso con los dedos porque nada faltaba con tal de cultivar a los mejores y derrotar con ellos al perverso imperialismo de occidente.

Jóvenes talentos apunta en esta dirección, se centra en una escuela de élite para músicos donde el personaje principal, Konstantin, un auténtico superdotado para el piano, estudia mimado y exigido hasta el extremo porque la excelencia es sacrificio y el sistema exige llegar a lo más alto, sin desfallecimientos ni concesiones a la imperfección.

Dicho así, podría pensarse que estamos ante un libro dramático y ante una historia tan gris como ese tono gris que cubre a los países socialistas. Pero nada más lejos de la realidad. Porque ni siquiera esta escuela privilegiada para jóvenes talentos se libra de las pesadillas del país real, una de las cuales es nuestro joven 'talento', rebelde, crítico, nada adicto al sistema y que busca en todo momento vías de escape para evitar la disciplina y la uniformidad del mundo que lo rodea.

Nikolai Grozni construye así una historia divertida en medio de ese aparente desierto que es la Bulgaria socialista. Una historia disparatada y que despierta la risa muchas veces, porque no hay nada como que, en un mundo supuestamente ordenado, uno de los personajes se aparte del guion para que todo se descomponga y lo que hubiera debido ser pura armonía quede convertido en un ridículo espectáculo lleno de fracasos. Nuestro 'estudiante' es un gamberro incorregible, un marginal genético y para el 'sistema' una auténtica carcoma. Pero es un espíritu libre y, además, un adicto a la música, un genio. Y Nikolai Grozni aprovecha esta doble vertiente para articular su relato conjugando al mismo tiempo el espacio áspero de la rebeldía y el de la excelencia y la perfección propio de la música.

La angustia que siente Konstantin de vivir en un mundo cerrado se suma a la que surge de la adolescencia y al impulso de romper con cualquier clase de disciplina impuesta por un sistema inhumano. A la falta de un sentido que dar a la vida, le sigue la sensación de que todo vale, la necesidad de huir hacia adelante y la tentación de destruirse a sí mismo. Pero también, en el otro extremo de este túnel dominado por la desesperación, brilla con fuerza el poder arrebatador de la música, la fascinación por la sublime inteligencia que se esconde tras ella, el placer de extasiarse ante su asombrosa perfección, y el apasionamiento de vencer, en el duro aprendizaje de cada partitura, las exigentes sutilezas que permiten llegar a lo más alto.

Junto al placer espiritual que destila la música, se amontonan los restos de un naufragio en un mar hecho de sorna implacable hacia los profesores, crítica mordaz hacia las materias de estudio consideradas un insulto a la inteligencia, desprecio mayúsculo hacia la mayoría de compañeros tan inútiles como los mismos profesores, condena sin paliativos a la obediencia ciega de ese rebaño compuesto por quienes siguen las directrices oficiales y confían en las fatuas promesas del Partido. No queda títere con cabeza tras la implacable crítica de Konstantin, aguda y demoledora, ácida y ocurrente, para la diversión del lector y para poner en su sitio a un sistema fracasado y absurdo, y para hacer desde la ficción la crónica de un país que bien pudiera extenderse a todo lo que fue la llamada ‘Europa del Este’.

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