lunes, 20 de enero de 2014

Auroras de medianoche. Viaje a las cuatro laponias

Auroras de medianoche

Luis Pancorbo
Fórcola, 2013
398 pp.

Zorros, osos, exploradores, explotaciones mineras, polución, bases militares, pescadores y granjeros se alternan en este 'Auroras de medianoche' que ilumina una tierra donde casi no luce el sol durante la mayor parte del año....



Luis Pancorbo
Fórcola, 2013
398 pp.





Luis Pancorbo nos habla en este libro de Laponia. Ha visitado las tierras laponas una y otra vez, año tras año hasta haberlas convertido en un lugar familiar. Un lugar conocido que ya no causa la sorpresa de la primera vez pero que sigue despertando la curiosidad de lo extraordinario, de los espacios extremos donde tantas cosas resultan inexplicables para quien llega desde lejos.

Laponia, enorme, cubierta de blanco, no tiene más que un discreto relieve y una exigua población. Las distancias son enormes, el tacto del suelo mullido por la nieve que todo lo acolcha y ese hielo que se ha dado en llamar permafrost insensible al cambio de las estaciones. Temperaturas gélidas, silencio y muy pocos rastros de lo que los hombres pudieron hacer tiempo atrás porque a la hostilidad del frío se unió los efectos de la retirada alemana en la Segunda Guerra Mundial que se produjo en medio de la destrucción de todo lo que encontró a su paso.

¿Y que nos puede contar Pancorbo de lo que ocurre en un escenario tan arisco y desprovisto de medios?¿Que hay detrás de la nada o de la casi nada que es en apariencia Laponia? Pues aunque parezca mentira hay casi cuatrocientas páginas de libro donde se cuenta poco a poco y con detalle cómo es Laponia, cómo es la gente que allí vive y cual ha sido la dura historia de esta gente para hacer de su entorno el lugar de sus vidas.

Corre la leyenda, que seguramente es cierta, de que los esquimales disponen de más de cien palabras para definir el blanco. Disponen de ellas porque sus ojos han aprendido a ver el detalle que escapa a quien no ha mirado con suficiente atención ni ha tenido tiempo para detenerse a escrutar en detalle lo que tiene ante sus ojos.

Luis Pancorbo es en este sentido ya un esquimal. Lleva demasiado tiempo para no haberse dado cuenta de los matices que dan vida a un paisaje aparentemente plano y para no poder hablar de él mostrando sus diferencias y la inmensa variedad de elementos que contiene. Y demasiado tiempo también para no hablar de la cultura y del pueblo sami, esa comunidad aislada, que el hombre blanco lleva siglos empujando hacia el norte y que hizo su vida entre renos y en una lucha silenciosa para sobrevivir en medio del frío.

Laponia, de la mano de Luis Pancorbo resulta un espacio tan extenso como vivo. Porque para sentir la vida que late en esta infinitud helada hay que conocer a las personas y mezclarse con ellas. Mezclarse para sentir también el paso de las estaciones, el calor de sus tradiciones y de sus fiestas y el discurrir del día a día. No todo es igual en Laponia. No es igual el invierno que el verano cuando la nieve deja paso al color verde de las plantas que germinan y cuando los ríos corren caudalosos por efecto del deshielo y la superficie de los lagos se descubre y pone a la vista el agua que se oculta bajo el hielo la mayor parte del año. Tampoco son iguales las distintas laponias, la finlandesa, la sueca, la noruega y la rusa. En cada una la historia ha dejado su huella o mejor dicho, la dejaron los recién llegados que trataron de colonizarla y de integrarla en sus territorios como una región más.

Zorros, granjas, osos, exploradores antiguos, explotaciones mineras, polución, bases militares, pescadores y auroras boreales se alternan en este relato que ilumina una tierra donde casi no luce el sol durante buena parte del año. Ellos son los protagonistas de la narración y componen las señas de identidad de una parte del mundo en buena medida virgen y de la que Luis Pancorbo nos trae noticias para que empecemos a descubrirla.