miércoles, 25 de noviembre de 2015

Las Encantadas. Derivas por Galápagos

Las Encantadas. Derivas por Galápagos

Charles Darwin – Herman Melville
Círculo de Tiza, 2015
195 pp.

Una edición extremadamente cuidada combina ahora dos textos clásicos, uno de Darwin y otro de Melvile, y muestra al lector la fascinación que, tiempo atrás, despertaron las islas Galápagos.


Charles Darwin – Herman Melville
Círculo de Tiza, 2015
195 pp.






Para el mundo de la cultura, el descubrimiento de las Galápagos supuso el encuentro con un paraíso que no tenía parecido en el planeta. Fue, para la ciencia y la literatura, motivo de fascinación.

Las versiones de dos viajeros contemporáneos se reúnen ahora en un solo libro que recoge el Cuaderno de bitácora de Charles Darwin a las islas Galápagos junto al relato del aventurero Herman Melville sobre esas mismas islas a las que llamó Las Encantadas.

Darwin es un aprendiz de naturalista cuando inicia este viaje, pero muy poco de lo que vino después habría sucedido de no haber participado en él. Hubo que esperar al cénit de sus capacidades como científico para que cuajara su famosa tesis sobre el origen de las especies.

En su cuaderno de viaje va enumerando sus encuentros con la fauna y con la flora que descubre:

“El día en el que visité los pequeños cráteres hacía un calor asfixiante, y me era difícil y fatigoso abrirme paso por la superficie áspera y rugosa, y entre la maraña de matojos, pero me di por bien pagado al contemplar una escena ciclópea: en mi camino hallé dos tortugas gigantes cada una de las cuales debía de pesar al menos 90 kilos. Una comía un trozo de cactus, y al acercarme, me miró y luego se alejó tranquilamente, la otra soltó un silbido penetrante y escondió la cabeza.”

“Había abundancia entre las rocas de grandes lagartos negros, de entre metro y metro y medio de largo; y en las colinas, otra especie en igual número. Vimos varios ejemplares de esta última, los había que se alejaban torpemente de nosotros. Otros reptaban al abrigo de sus agujeros. Describiré a su debido tiempo con mayor detalle los hábitos de ambas especies de reptiles."

Y junto al texto de Darwin, está también el relato de Melville, como dos caras de una misma moneda. Porque a diferencia de Darwin, Herman Melville tenía la mirada puesta en la trascendencia y su relato de Las Encantadas está saturado de signos de la naturaleza que presentan, por ejemplo, a las tortugas y las ballenas como animales poseídos por una rara razón, como seres de otro mundo.

“Aquella noche, mientras yacía en mi hamaca, puede escuchar los pasos cansinos de los tres pesados huéspedes por la atestada cubierta del buque. Tan grande era la estupidez o la obstinación de aquellas criaturas que jamás se desviaban ante ningún obstáculo. Una de ellas dejó de moverse justo antes de la guardia de medianoche. Al alba la encontré empotrada como un ariete en la base firme del palo mayor, luchando encarnizadamente para abrirse un paso imposible. La creencia de que estas tortugas son víctimas de una condena, o de un hechizo maligno, o tal vez de un encantamiento diabólico, parece sustentarse en ese caprichoso afán que con tanta frecuencia las domina.”

Charles Darwin, por su parte, se asoma a la naturaleza con la mirada desprejuiciada que le permite acercar los animales al ser humano, incluso los de formas más extravagantes. Una mirada que acabó por demostrar nuestro común e incuestionable parentesco con ellos.

Otra diferencia entre ambos relatos es que las Galápagos cambian de nombre. Melville las llama Las Encantadas, como las conocían los navegantes españoles, pues todo en ellas parece obra de un encantamiento. En la descripción inicial del archipiélago parece estar hablando de un paisaje lunar, una erupción de gibas surgidas de un mar de ceniza, algo cercano al averno.

Darwin, con una sensibilidad distinta, desmitifica las islas con la concepción del hombre de ciencia. Pero esa concepción, basada en el análisis y el estudio, no le impide expresar su asombro ante una naturaleza intacta, incontaminada por el hombre. El relato de Darwin demuestra por encima de todas las cosas que hubo una Edad de Oro de la tierra. Él la llamó la “Mansedumbre de los pájaros”.

Una edición extremadamente cuidada combina ahora los dos textos clásicos y ofrece una mirada nueva al lector de hoy. Una mirada que devuelve al presente la fascinación de quienes tiempo atrás contemplaron ese "archipiélago encantado" y que se complementa, en esta edición, con una bella serie de ilustraciones de la época sobre algunas de las especies, vistas en el lugar por primera vez por el hombre, y que van a resultar el mejor acompañamiento para la lectura.

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martes, 3 de noviembre de 2015

Tangerina

Tangerina

Javier Valenzuela
Martínez Roca, 2015
324 pp.

Tangerina es un relato que nos lleva al Tanger de hoy y al de ayer, de lectura amena, ligero e intrigante desde el principio al final.


Javier Valenzuela
Martínez Roca, 2015
324 pp.





El nombre de Tánger resuena con un halo de misterio, ligado más a la ficción de una película o de una novela que a la realidad. Aunque al pensar en Marruecos muchas otras ciudades vienen a la memoria antes que Tánger, lo cierto es que la ciudad sigue siendo la indiscutible capital del norte y un enclave fundamental en el país.

Poco queda del Tánger colonial o del que estuvo bajo administración internacional hasta poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial, aparte del nombre de algunas calles. Fue aquel Tánger el que eligieron intelectuales y bohemios americanos y europeos, ricos, con ganas de vivir en un lugar fascinante al margen del ambiente de cualquier otra ciudad en el mundo y al amparo de una atmósfera permisiva donde era posible transgredir las buenas costumbres que imperaban en sus lugares de origen.

A aquel Tánger y al de hoy es a donde nos lleva la novela de Javier Valenzuela, que añade además el sabor que dejó en los españoles la época del protectorado. Unos años en que una parte importante de Marruecos se convirtió en hogar de familias peninsulares que hicieron en el país su vida, lo sintieron también como algo propio y recuerdan todavía algo de aquellos tiempos.

La novela de Valenzuela es un entretenimiento que nos habla del Tánger de hoy pero que no renuncia al viejo glamour de la ciudad. Estamos frente a una especie de novela negra a la que no viene mal un toque de miseria, un poco de sordidez. Y para ello, la idea de un Tanger que ha perdido el camino hacia la modernidad es un excelente atributo. El renacer de las capitales imperiales -Rabat, Fez, Marrakech, Meknés...- ha discurrido en paralelo al declive de Tánger, perdida su internacionalidad y abandonado por su colonia de espías y por esos visitantes escandalosos que le daban lustre. Ahora aparece en la novela de Valenzuela como una ciudad decadente sin brillo especial y donde sin embargo anidan la delincuencia, los islamistas radicales y toda clase de asuntos turbios que combinan dinero, drogas, policía y poderosos intereses internacionales.

A partir de un comienzo aparentemente anodino, la trama de Tangerina se complica para convertirse en un embrollo que envuelve al sorprendido protagonista de la historia, un profesor del Instituto Cervantes sin vocación alguna de complicarse la existencia. Un profesor que nació en la ciudad porque sus padres vivieron en ella en la época donde todo era glamour para la colonia de los extranjeros.

Personajes de ficción se mezclan en la novela con personajes reales, al tiempo que la narración va jugando con saltos entre el presente y el pasado y se perfila poco a poco el retrato de la ciudad donde lo heredado de ayer aparece todavía vivo y ayuda a entender y matizar el Tánger de hoy.

Tangerina es un relato de lectura amena, ligero e intrigante desde el principio al final. Es un juego que nos lleva al Tanger de hoy y al de ayer al hilo de una trama en la que no faltan las sorpresas, ni los líos que mantienen vivo, a lo largo de las páginas, el interés del lector. Es una buena ocasión para relajarse y dejarse llevar por el exotismo de una ciudad mítica y por la curiosidad de averiguar cómo discurrirá la acción.

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