martes, 5 de enero de 2016

Ecuatoria

Ecuatoria

Patrick Deville
Anagrama, 2015
336 pp.

Basado en hechos reales, Deville nos habla del pasado y del presente de esa África oscura donde los exploradores se perdieron en el pasado y donde hoy las guerras más terribles se han cebado con la población. Un libro excelente.


Patrick Deville
Anagrama, 2015
336 pp.





¿Es una novela?¿Un libro de historia?¿Un relato? Deville es un curioso historiador. Sostiene que conoce el año 1860 como si hubiera vivido en él. Y de este año parte con una serie de novelas donde el viaje tiene un papel fundamental porque sus temas abarcan el mundo entero y alcanzan las tierras más lejanas.

Basados en hechos reales, los relatos de Deville transcurren en el pasado tanto como en el presente. Un presente donde el autor aparece y habla en primera persona para contar sus experiencias. Ecuatoria, incluido en esta serie de relatos, es el libro al que nos referimos ahora y fija la atención en esa línea del ecuador africano que atraviesa el continente de lado a lado y transcurre por esas tierras oscuras donde los exploradores se perdieron navegando por ríos y tratando de encontrar caminos por donde seguir avanzando y donde hoy las guerras más terribles se han cebado con la población.

Jugando siempre con el pasado y el presente, empieza Deville poniendo en primer plano el entorno de ese año 1860 que de alguna manera es el punto de partida para extender el relato hasta nuestros días. Brazza el explorador francés o italiano, según se mire, que da nombre a Brazzaville, la capital de uno de los dos Congos, es el centro de la historia. Brazza es una excepción. En la época del primer colonialismo es un colonizador humano. Deville habla de él y de su enorme empeño y habla también de sus contemporáneos en esa epopeya que fue la exploración de africana.

Livingstone y Stanlely son el contrapunto de Brazza, como lo será la política de las potencias coloniales -Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania...- que acaban por definir el mapa del continente trazando fronteras y marcando las reglas del juego que acabará por imponerse en África.
Personajes, países, lugares en ese entorno del siglo XIX conforman la primera parte del libro donde predomina la historia y donde se ve crecer esa  atmósfera opaca y de crueldad extrema que Conrad, en esta misma época, dibuja en El corazón de las tinieblas.

Deville, de pronto, da un giro y el lector se pregunta si el autor no está jugando con él y poco de lo que ha estado contando es verdad. El libro bascula sobre el presente y es Deville quien viaja recorriendo de occidente a oriente esa línea del ecuador que da nombre al libro y de cuya agitada historia nos ha estado hablando hasta el momento. Ahora estamos en el presente y aparecen los nombres de los que hemos tenido noticias a través de los periódicos y que hemos olvidado o que confundimos. Lumumba, Mobutu, el Che -por citar a los más sonados-, los cubanos, las guerrillas y los mercenarios en el Congo, el desastre del genocidio de los tutsis a manos de los hutus en Ruanda, los campos de refugiados, la epopeya de los desplazados a través de la selva, el desarraigo, los soldados a la fuga ocultos entre sus víctimas... Una imagen nada complaciente se construye dentro de lo que es ya una normalidad en África.

La Ecuatoria que da título al libro fue el nombre auténtico de una región indefinida donde los británicos pusieron el pie al sur del Sudán cuando las fronteras estaban aún por concretar y África era en buena medida virgen todavía. De esa Ecuatoria queda hoy un mosaico de países que evolucionaron hacia la independencia y que han vivido, en medio de tensiones, lo que ha sido una historia compleja, llena de calamidades y sobresaltos. Deville nos cuenta esta historia de un modo nada convencional. Nos la cuenta mirando hacia atrás y también mirando al presente en el curso de un viaje hecho de numerosas etapas y de encuentros con los más diversos personajes. Un viaje cuyo objeto es justamente fundamentar el libro que nos ofrece. Merece mucho la pena la lectura de esta Ecuatoria convertida en palabras. Y puestos a ella, merece la pena también procurarse un buen mapa para seguir las peripecias de un relato que penetra en esas tinieblas africanas cuyos nombres y lugares sonarán a muchos pero que a la mayoría les será difícil situar.

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