viernes, 28 de octubre de 2016

Japón, el paisaje del alma

Japón, el paisaje del alma

Rudyard Kiping y Inazo Nitobe
Círculo de Tiza, 2016
410 pp.
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Dos textos dan vida a este libro magnifico que el lector verá como un regalo para la vista, para el tacto y para la lectura. Un libro cuidadísimo y lleno de sensibilidad.


Rudyard Kipling y Inazo Nitobe
Círculo de Tiza, 2016
410 pp.






Dos textos dan vida a este libro magnifico que el lector verá como un regalo para la vista, para el tacto y para la lectura. Un libro cuidadísimo y lleno de sensibilidad que encaja a la perfección con el tema del que trata: Japón y su personalidad singular, llena de sutilezas y de refinamiento.

Hablamos de dos textos publicados ya en otras ocasiones, porque se trata de clásicos, de dos visiones contemporáneas pero desde ángulos totalmente distintos, escritos con intenciones y con un interés diferentes y por autores cuyas trayectorias poco tienen que ver, aunque quisieron ambos dar a conocer Japón a sus lectores y trasladar a occidente los secretos de un país y de una cultura muy poco conocida. Escriben ambos a finales del siglo XIX cuando Japón se abre al exterior después de haber estado encerrado dentro de sus fronteras, aislado y con la voluntad activa de evitar el contacto con el mundo que lo rodeaba.

Como introducción, cuenta el prólogo del libro lo siguiente: "el 11 de febrero de 1889 se promulgó la primera Constitución japonesa, destinada a acabar definitivamente con el régimen feudal que había imperado durante siglos en el país, proclamando la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. A las pocas semanas arribó al puerto de Nagasaki el joven periodista angloindio Rudyard Kipling, quien hacía escala en Japón como parte de un largo periplo que lo llevaría hasta Estados Unidos, escribiendo crónicas de sus impresiones para el diario hindú The Pioneer.  (...) Por aquellos días, en la ciudad alemana de Bonn, un joven economista japonés se proponía escribir un libro que le ayudara a explicar a sus amigos europeos y norteamericanos, y a su futura esposa Maty Elkinton, los principios que regían los valores morales del Japón tradicional, tan ajenos y difíciles de entender para la mentalidad de Occidente."

El resultado del propósito de cada uno iba a ser dos textos que han conservado todo su interés hasta hoy. De la narración de Kipling hemos hablado aquí y con elogios. Ya poco queda, en la superficie, del Japón tradicional que él encontró y que se hallaba ya en el curso de una transformación profunda que conduciría al país hasta la modernidad. Pero mirando al Japón de hoy y más allá de su epidermis, el lector reconoce en lo que cuenta Kipling una cultura, una sensibilidad y unas formas de vida que definen todavía al país oriental.

El economista japonés del que habla el prólogo es Inazo Nitobe, nacido en el seno de una familia aristocrática, diplomático y que ocupó el puesto de subsecretario de la Sociedad de Naciones. Su texto busca resumir de forma clara los elementos culturales y morales que sostuvieron a esa institución que vertebró el Japón feudal que fueron los samuráis. Hombres con inclinación militar que constituyeron una aristocracia y que cultivaron un complejo código de virtudes, derechos y obligaciones y que definieron un entorno espiritual que acabó por marcar la cultura entera de Japón y establecer los principios de las relaciones por las que debían regirse los miembros de la sociedad.

El Bushido, que es el nombre por el que se conoce el texto de Nitobe, está, como el texto de Kipling, cargado todavía de interés y permite penetrar en lo más profundo del alma de Japón, en su compleja sutileza y en muchas de las costumbres y de las formas del comportamiento de los japoneses que siguen aún vivas.

Casi tanto como el contenido de lo que relatan los autores, llamará al lector la atención la personalidad de los autores mismos. Kipling tiene solamente 23 años cuando pisa Japón y sorprende su agudeza, la madurez y la profundidad de su mirada. Y Nitobe, poco más mayor, impresiona por su conocimiento de la cultura occidental y por esa erudición que le permite citar a autores contemporáneos y clásicos europeos para trazar paralelismos y diferencias entre Japón y occidente y para transmitir las ideas llenas de contradicciones y matices que sostienen el universo de la cultura samurái en términos y utilizando conceptos familiares a los occidentales para facilitar su comprensión.

Japón, el paisaje del alma es un libro singular, agradable de sostener entre las manos. Y representa una excelente ocasión para regresar a las raíces de Japón y a su cultura, siempre llamativas y nunca acabadas de asimilar por quienes las contemplamos desde la lejanía como algo ajeno, sutil y complejo al mismo tiempo.

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lunes, 10 de octubre de 2016

El africano de Groenlandia

El africano de Groenlandia

Tété-Michel Kpomassie
Turner, 2016
324 pp.

El africano de Groenlandia es la extraordinaria aventura de un adolescente, salido Togo y obsesionado por Groenlandia, a lo largo del viaje a un mundo desconocido y sorprendente que cautivará al lector.


Tété-Michel Kpomassie
Turner, 2016
324 pp.





Es hora de agradecer a Turner su extraordinaria y a la vez selecta colección de títulos en el ámbito de la literatura de viajes, que no para de ampliar para gusto de los aficionados al tema. Un género extenso, el de los viajes, de confines difusos, donde conviven a gusto la cultura, la historia, el encuentro con países y con gentes diversas, la exploración y otros asuntos cuyo denominador común podría resumirse en el hecho de que ensanchan nuestro conocimiento del mundo.

Le toca ahora el turno a una aventura del todo singular a la que, desde mi punto de vista, el título no hace justicia ni tampoco el prólogo. Pero que me apresuro a adelantar que merece la pena leer y que va a sorprender y a entretener al lector. Hablamos de Un africano en Groenlandia.

He empezado diciendo que el título no hace justicia al libro porque en mi opinión se queda en la anécdota, remite a un hecho caprichoso, por no decir absurdo, cuando la realidad va mucho más allá. El libro es el relato de una aventura extraordinaria que abrirá los ojos al lector sobre realidades que seguramente desconoce, la de la vida cotidiana en Groenlandia y también la de una comunidad tradicional en África, alojada en chozas, cuando el barro y la selva no habían todavía sucumbido bajo el dominio del asfalto y el hormigón.

Y aviso también sobre el prólogo que de puro intelectual puede transmitir un mensaje confuso sobre lo que el libro es y no es. Digamos ya que el libro del que hablamos no tiene nada de intelectual, si por ello se entiende condicionado por conceptos académicos o científicos de ninguna clase. Justamente ese es uno de sus grandes atractivos, una sorpresa para el lector y el origen de una admiración hacia el autor que irá creciendo a lo largo de la lectura.

Tété-Michel Kpomassie ha sido galardonado con un importante premio literario en Francia, ha sido finalista del premio Thomas Cook de libros de viajes, ha dado conferencias y escrito en periódicos... y sin embargo, sus orígenes fueron los de cualquier niño africano nacido en un entorno tradicional. Su libro empieza ahí, porque es ahí donde comienza su aventura, entre cocoteros y serpientes, en una familia numerosa con un padre, unas cuantas madres y una caterva de hermanos. Y con una educación, si por educación entendemos escuela, mínima. Poco más que leer y escribir.

Con estos mimbres, a los dieciséis años, nuestro autor abandona, sin recursos de ninguna clase, su casa con el único objetivo de conocer Groenlandia de donde ha tenido noticias a través de un libro que cayó en sus manos. Y con extraordinario afán y también inteligencia consigue su propósito de alcanzar la gran isla helada al borde de Norteamérica. Su libro relata esta prodigiosa aventura. La de su infancia primero, la de llegar a Groenlandia y, finalmente, la de la vida en un lugar tan inhóspito durante un año conviviendo con los habitantes de los lugares donde se fue estableciendo y compartiendo sus casas, su comida y sus actividades como uno más.

Transparencia podría ser el término que mejor define la mirada de Tété-Michel Kpomassie en todo lo que cuenta. La transparencia propia de un diario donde se anota lo que los ojos ven, las incidencias de cada día, las anécdotas y las sensaciones más simples. Ninguna pretensión  de hacer antropología sobre un pueblo extraño ni de interpretar las costumbres o las formas de vida de los esquimales con los que vive. Porque en la distancia que separa a su Togo natal de su nueva tierra de acogida, las diferencias son tan enormes que sólo hay espacio para describir la vida, para sorprenderse del clima, para interesarse por la pesca y por la caza, para darse cuenta de hasta dónde llega la hospitalidad, para ver cómo discurren los amoríos, las fiestas y el infinito y enloquecedor aburrimiento del otoño cuando el día se acorta y el hielo todavía no ha hecho su aparición sobre el mar para cubrir el paisaje entero.

Sin querer, el lector acabará dándose cuenta de que se encuentra ante dos relatos igualmente apasionantes: el que cuenta la vida de quienes viven en Groenlandia y el que cuenta la aventura del autor a lo largo de esa prodigiosa pirueta que ha sido salir de Togo y vivir a lo largo de un año en el lugar más frío e inhóspito del planeta. Tété-Michel Kpomassie se escapa sin avisar de su casa a los dieciséis años y regresa a los veintisiete. Es muy joven todavía pero su viaje ha sido extraordinario. Regresa, naturalmente, para no quedarse porque ha visto demasiado mundo para permanecer quieto en un lugar, pero vuelve a África para contar su aventura en escuelas y salas de conferencias para animar a la juventud africana a salir de su mundo y a mirar al exterior. Para decirles que la exploración del mundo y del conocimiento no era solo cosa de blancos sino una oportunidad abierta a todos que había que aprovechar.

Esto ocurría en los años sesenta del pasado siglo. Pero el relato que el autor hace de su aventura sigue vivo. Cautivó entonces a expertos de instituciones muy diversas y dio lugar a un libro magnífico que se reedita ahora

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