viernes, 23 de junio de 2017

El crisantemo y la espada

El crisantemo y la espada

Ruth Benedict
Alanza, 2011
384 pp.

Japón se revela no sólo como un país de cultura distinta de la occidental sino también como tan contradictorio que resulta incomprensible. El crisantemo y la espada profundiza en las raíces de la cultura japonesa para ayudarnos a comprender al país y a sus gentes.


Ruth Benedict
Alanza, 2011
384 pp.





El crisantemo y la espada se publicó por primera vez en 1946. Es un estudio de corte antropológico para entender Japón, su cultura y la mentalidad de sus gentes. Y después del tiempo transcurrido la pregunta que surge en primer término es si el Japón del que habla el libro tiene que ver con el Japón actual, si los japoneses no han cambiado tanto desde entonces que poco de lo que en el momento de publicarse el libro era cierto lo es en el momento presente.

Empecemos contando la historia del libro porque tiene su interés. En el curso de la Guerra del Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno norteamericano se plantea cómo interpretar el comportamiento de los japoneses en la contienda, su empecinada resistencia a pesar de su inevitable derrota y sobre todo qué hacer cuando gane la guerra y deba gestionar su victoria. ¿Cómo son los japoneses, cómo tratarlos y qué hacer con el país?

Para afrontar tantas preguntas se dirigen a una de las antropólogas de mayor prestigio en el momento y le encargan el estudio de cómo son los japoneses: cómo son en realidad, más allá de las apariencias. Porque a pesar de que hay mucha literatura escrita sobre ellos, lo que se desprende de lo que han dicho quienes los conocen es, no sólo confuso, sino radicalmente contradictorio. Los japoneses son de una cortesía extrema pero también de una brutalidad extraordinaria. Son de una fidelidad sin fisuras a quienes los mandan pero también rebeldes e insumisos en la misma medida. Son sutiles en sus gustos y sensibles hasta el último matiz, pero son igualmente rudos y descuidados en lo que afecta al cultivo y a la apreciación de la belleza. La ferocidad y el carácter primario del samurái convive con la espiritualidad que emana de la cultura japonesa y ambas, ferocidad y espiritualidad, se entienden hermanadas y formando parte de la misma cosa.

El crisantemo y la espada, un título que refleja la contradicción a la que se enfrenta el estudio, sigue siendo un libro extraordinario. Hay que leerlo con atención porque es un estudio profundo y con más contenido del que pudiera parecer a primera vista. No es el resultado de un análisis periodístico. Va mucho más allá, y paso a paso va abriendo temas con el fino bisturí de conceptos bien asentados para poner orden a esas contradicciones que aparecen una y otra vez y que requieren ajustes muy finos para su interpretación.

Ruth Benedict pone de relieve que Occidente ha estado mirando a Japón desde una cultura, desde una lógica y empleando un sentido común totalmente extraños a la cultura japonesa. Y es justamente un cambio de perspectiva, construyendo nuevos conceptos, lo que se precisa para empezar a comprender el alma japonesa y los principios que la guían.

Un montón de dichos conceptos es lo que nos desvela Ruth Benedict y desmiga para hacérnoslos digeribles a fin de ayudarnos a comprender las líneas maestras que orientan el comportamiento y el punto de vista de los japoneses. On, giri, chu, gimu, haji, jicho…  definen auténticas corrientes subterráneas que condicionan la vida de millones de personas sin que occidente haya sido capaz de percibirlas o de analizarlas en profundidad. Sin que haya podido conjugarlas para entender cómo juegan todas ellas al mismo tiempo y muchas veces en conflicto unas con otras, con resultados aparentemente inexplicables.

Entrando, además, en asuntos tan variados como la historia, la educación de los niños o la religión, el mundo japonés se revela en El crisantemo y la espada como un mundo extremadamente complejo. Pero hay que volver a la pregunta formulada al principio de si la situación al término de la segunda guerra mundial, la que sostiene el análisis que efectúa la autora, tiene todavía vigencia y si los japoneses, más orientados hoy al manga, el anime y la cultura pop, tienen algo que ver con los kamikazes que encomendándose al emperador se sacrificaban precipitándose sobre los barcos norteamericanos.

La respuesta no es evidente y quien visite Tokio o lea a Murakami sentirá la tentación de decir que hablamos de ‘japones’ distintos. Japones que han roto la línea de continuidad que los unía y que no se reconocen siquiera como de la misma familia. Pero no es tan sencillo llegar a esta conclusión que, además, seguramente no es la correcta.

Japón sigue siendo un país opaco. Es un país nuevo en muchas de sus formas de vivir y en el aspecto de sus ciudades que se han occidentalizado de manera evidente. Es un país decididamente moderno. Pero nada de ello impide que las mismas corrientes subterráneas que actuaban cuando la autora emprendió su investigación sigan haciéndolo ahora sobre un tablero de juego actualizado y más orientado al futuro que al pasado.

Carlos Rubio escribió su interesántisimo ‘El Japón de Murakami’ estimulado por la misma pregunta de si el Japón actual guarda o no relación con el mundo y con la cultura de los que procede. Y su respuesta es que si, aunque hubiera podido parecer que no a primera vista.

A pesar de que el encargo que recibió Ruth Benedict sea hoy cosa del pasado, El crisantemo y la espada sigue siendo un libro plenamente vigente, un libro complejo y sin embargo de lectura muy fácil. Quizás demasiado fácil porque invita a disfrutar de él leyendo de corrido cuando tal vez habría que tener papel y lápiz al alcance de la mano para ir apuntando conceptos e ideas que nos van a sonar a nuevos. Un libro que va a abrir nuestros ojos a una realidad que nos es desconocida y que no vendrá nada mal leer antes de visitar Japón o simplemente si se siente curiosidad por conocer mejor el país.

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viernes, 2 de junio de 2017

A la sombra de Europa. Rumanía y el futuro del continente

A la sombra de Europa

Robert D. Kaplan
El hombre del tres, 2017
367 pp.

Rumanía asoma de la mano de Kaplan envuelta en un escenario que la desborda en el espacio, en el tiempo y en un abanico de consideraciones tan complejo como extenso.


Robert D. Kaplan
El hombre del tres, 2017
367 pp.





Rumanía asoma de la mano de Kaplan envuelta en un escenario que la desborda en el espacio, en el tiempo y en un abanico de consideraciones tan complejo como extenso. No podía ser de otra manera viniendo de un autor que ha pasado de expresarse como periodista a hacerlo como analista profundo y profuso.

La Rumanía que presenta Kaplan es la que va a las raíces aunque parta del presente, o de varios momentos del presente. Un viaje justo tras la caída de Ceasceuscu y un par más en época reciente muestran el interés del autor en el país y la necesidad de varias aproximaciones para alcanzar una visión suficientemente reveladora de un lugar complejo, contradictorio y fundamental sino para Europa entera sí para Centroeuropa.

El interés casi obsesivo de Kaplan en profundizar nace siendo él joven y se contradice con el 'esencialismo' con el que lo han etiquetado algunos tras una lectura, quizás demasiado rápida, de su jugoso 'La venganza de la geografía'. Efectivamente, la geografía es la componente de los acontecimientos históricos y del devenir de los países sobre la que más llama la atención Kaplan. Es efectivamente el factor esencial que contribuye a la explicación de multitud de sucesos. Pero no es el único ni condena a la historia a moverse en determinada dirección. Como él mismo avisa, son multitud de circunstancias añadidas las que acaban conformando la realidad y la mueven por caminos a veces imprevisibles.

En sus explicaciones, el autor confiesa sus propios errores y el lector comprende el exhaustivo trabajo reflexión sobre Rumanía para lograr una fotografía completa y comprensible. Kaplan fue ferviente partidario de la intervención militar de los EE.UU. en Irak. Intervención desastrosa con un cúmulo de acontecimientos imprevistos e irresolubles. No se valoró en la medida suficiente, él mismo lo dice, el agudo antagonismos entre sunitas y chiitas que complicó el conflicto hasta el punto de hacer la paz imposible.

En esta estela de apurar en el conocimiento y de no dejar cabos sueltos, Kaplan pone de relieve la condición latina de Rumanía, rodeada de un entorno de países diversos que crearon  su identidad buscando en otras direcciones. Y trae hasta el presente el mundo bizantino, con su poderosa cultura, que tanto influyó en la consolidación de la personalidad del país.

El imperio otomano ejerció, por supuesto, una influencia también determinante y Kaplan se detiene a examinarla al detalle, lo mismo que la relación con Rusia, el otro gigante que pone a Rumanía en una posición de bisagra siempre amenazada por los intereses de las potencias vecinas. Una detallada lección de historia es la que despliega Kaplan con el ánimo de apurar hasta el final los argumentos. Pero no todo queda ahí porque el presente y sus inmediatos antecedentes, ocupan también un amplio espacio en el libro.

La etapa comunista es para Kaplan la traslación a la realidad del peor de los sueños. No es que el comunismo fuera un fracaso y terminara resultando una experiencia cruel para quienes lo vivieron. El comunismo, insiste, se desarrolló en cada país del este de Europa a su propia manera y dio lugar a modelos y formas notablemente distintas. La que tomó en Rumanía fue sin duda la peor. Rumanía fue para Kaplan la Corea del Norte cuando todavía no se había asentado la idea de esta forma tan extrema de régimen dictatorial. Con Ceascescu la Rusia de Kruschov y de Breznev, tan poco dispuesta a tolerar las disidencias, transigió con el vecino que no quiso saber nada de la desestalinización y se mantuvo firme a pesar del decidido giro de sus socios del pacto de Varsovia.

Ahí sí que la geografía, la responsable de ese papel de guardián necesario en la frontera de los Balcanes, volvió a jugar un papel en la resistencia de Rumanía a seguir la evolución que había emprendido su entorno y a convertirse en ese extraño cortijo donde Ceascescu y su poderosa mujer reinaron y al que llevaron a la ruina en un grado muy superior al de cualquier otro país de la órbita soviética.

Un intenso y extenso relato pone a Rumanía en el mapa, hablando del pasado y también del presente. Un relato hecho al hilo de viajes por ciudades y por distintas regiones que hasta no hace tanto fueron reinos y principados con fronteras siempre variables y con rasgos de personalidad propios. A la sombra de Europa exige una lectura atenta, pero es una extraordinaria lección que el lector agradecerá porque va a ayudarlo a comprender no sólo lo que ha sido y lo que es y supone Rumanía en la actualidad, sino también algunas claves de lo que se está jugando ahora en Europa.

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