lunes, 27 de noviembre de 2017

La invención de la Naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt

La invención de la Naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt

Andrea Wulf
Taurus, 2016
578 pp.

Merece la pena dejarse tentar por esta biografía de Humboldt, llamativamente amena, interesante en cada página, sorprendente y enriquecedora, en la seguridad de que quien la tenga entre sus manos va a disfrutarla a lo largo de una agradable lectura.


Andrea Wulf
Taurus, 2016
578 pp.





Si de vez en cuando conviene regresar a los clásicos, en lo que se refiere a literatura de viajes, Humboldt es una figura a poner en primera línea y a la que dedicarle toda la atención. Y eso es lo que ha hecho precisamente Andrea Wulf con una biografía tan extensa como entretenida de leer que recorre la vida del célebre naturalista desde finales del siglo XVIII a mediados del XIX y nos muestra a un personaje fascinante del que sabíamos demasiado poco y que era preciso rescatar del olvido.

Humboldt fue un personaje a todas luces excepcional. De una inteligencia despierta y de unas capacidades extraordinarias cautivó, siendo poco más que un estudiante, a genios como pudo ser Goethe que quedaron fascinados por sus ideas, por sus conocimientos y por su inagotable energía. Leía, escribía, impartía clases, hacía experimentos en los campos científicos más avanzados de su época, se relacionaba con los ‘sabios’ del momento, participaba en todos los debates… y esperaba a que llegara el momento de saltar a otros continentes para profundizar en su conocimiento de la naturaleza y para desarrollar sus propias teorías.

El final del siglo XVIII y el inicio del XIX fue un momento de extraordinaria efervescencia en Europa y a continuación en América. Seguramente, uno de los grandes aciertos de Andrea Wulf haya sido ‘conectar’ a su personaje con el entorno en el que vivió para mostrar su rotunda modernidad pero sobre todo para iluminar al lector acerca de la época en la que Humboldt desarrolló su labor.

No es que el libro hable de Humboldt, es que para hacerlo y darle una perspectiva suficiente pone el foco en la Europa de después de la Revolución Francesa, con un Napoleón llevando el conflicto bélico hasta Rusia y con Prusia -la Prusia donde ha nacido Humboldt- enfrentada a Francia, lo mismo que la Gran Bretaña para hacer del continente entero un extenso campo de batalla.

Justamente, el complicado caldo donde se desarrolla el avance de las ideas en Europa es en el que debe nadar Humboldt, saltando por encima de las ideas de los viejos maestros. Ahí es donde se propone construir una visión del mundo radicalmente distinta. La nueva manera de entender la naturaleza, la invención del concepto moderno que tenemos de ella y que da título al libro es, para sorpresa de quienes conocían sólo marginalmente a Humboldt, su gran aportación al conocimiento. Porque aparte de su frenético trabajo midiendo, documentando, recopilando muestras de todo lo que encontraba en sus expediciones, lo realmente innovador de Humboldt fue su visión del mundo natural como algo íntimamente interconectado.

La distinción de géneros, especies, razas que había fijado la atención de los naturalistas y había separado la naturaleza en parcelas homogéneas, ordenables y comprensibles para ayudar a entenderla es lo que ‘olvida’ Humboldt al descubrir que todo el sistema natural está relacionado y que no hay fronteras en su interior: que la geografía afecta al clima, lo mismo que éste afecta a las plantas y éstas a las aves y ….

Como cuenta la autora, “ todo lo que había observado (Humboldt) en su vida encontró su lugar en el rompecabezas. La naturaleza, comprendió, era un entramado de vida y una fuerza global. Fue, como dijo después un colega, el primero que entendió que todo estaba entrelazado con ‘mil hilos’. Esta nueva noción de la naturaleza iba a transformar la forma de ver el mundo.”

Pero el recorrido intelectual de Humboldt hubiera sido imposible en su Prusia natal y sin su empeño para afrontar las dificultades de unos viajes que le llevaron a lugares no sólo lejanos sino extremos, cargado con sus instrumentos de medida y con su cuaderno de apuntes.

La descripción que hace la autora de los viajes, justifica por sí sola la lectura del libro. El detalle de la complicada ascensión a cualquier volcán, la precaria navegación por los ríos americanos, las interminables caminatas para cruzar países enteros son una aventura cargada de interés y de emoción, lo mismo que la fineza de sus observaciones y la agudeza de su intuición para ver más allá de lo que en la época era evidente. Para descubrir por ejemplo los fundamentos de la ecología haciendo un diagnóstico tan certero como sorprendente del riesgo que corre la naturaleza como consecuencia de la intervención en ella de la mano del hombre.

Ecologista avant la lettre, antiesclavista radical, anticolonialista convencido, Humboldt fue un hombre de su época y un actor relevante. Su fama y descubrimientos le atrajeron amistades rendidas a su inteligencia, interesadas o ambas cosas a la vez. Para el presidente Jefferson fue una fuente de información a la hora de poner en pie una política norteamericana para el sur del continente, además de ser objeto de admiración por sus extraordinarias capacidades.

Berlín, París, el Londres de la época aparecen retratados en esta biografía lo mismo que aparecen con detalle personajes como Bolívar o Darwin que marcaron con una huella profunda el discurrir del siglo XIX y forman parte de la historia.

Seguramente, la ‘dispersión’ de esta Invención de la Naturaleza sea la base de su gran atractivo. No sólo no diluye el contenido sino que realza el retrato de un personaje de enorme importancia en un mundo en plena ebullición lanzado hacia la modernidad. En un mundo donde las ideas de la ilustración tocaban techo para abrirse por otros caminos al nuevo escenario que se construye a partir de la Revolución Francesa.

Merece la pena dejarse tentar por este libro llamativamente ameno, interesante en cada página, sorprendente y enriquecedor en la seguridad de que quien lo tenga entre sus manos va a disfrutarlo a lo largo de una agradable lectura.

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viernes, 17 de noviembre de 2017

El imperio de la luna de agosto. Auge y caída de los comanches

El imperio de la luna de agosto. Auge y caída de los comanches


S.C. Gwynne
Turner
488 pp.

Al hablar de los comanches, Gwynne abre los ojos al lector ampliando la mirada sobre Norteamérica, mostrandole una parte de su cara oculta y ayudándole a comprender un poco mejor las raíces y el presente del país que ha conseguido convertirse en el más poderoso en el mundo.


S.C. Gwynne
Turner
488 pp.





¿Si hubiera vida en la luna, tendría interés conocer qué ocurre en su cara oculta?  Seguro que sí. Y con la historia, podemos decir que ocurre lo mismo. La historia tiene sus caras ocultas y no por ello menos reales. Tiene sus agujeros negros que se han tragado acontecimientos, conflictos y pueblos enteros cuyo rastro se ha difuminado hasta casi desaparecer.

Los indios norteamericanos se han convertido en un capítulo importante de ese mundo no visible de la cara oculta de la historia. Una historia marcada por el éxito extraordinario del país donde vivieron, los Estados Unidos de América, y por el olvido donde han caído tanto sus pobladores originales como las abrumadoras penalidades que sufrieron cuando los hombres blancos procedieron incontenible y metódicamente a ocupar sus tierras.

Terminadas las guerras y colonizado el país entero, después de empujar 'la frontera' hacia el oeste hasta alcanzar el Pacífico, los indios se hicieron invisibles, fueron el vecino despreciado e incómodo. Su pasado quedó encerrado en el género de las películas de vaqueros y la gloria y la razón quedaron depositadas en los esforzados granjeros y aventureros que representaban al mundo civilizado. Hoy, para el ciudadano común, para los herederos de esa época de conquista y de civilización del gran solar norteamericano, los indios se han visto reducidos a una minoría marginal, por no decir arrasada, con la tranquilizadora excepción de unas pocas comunidades que supuestamente consiguieron nadar en los dólares procedentes del negocio de los casinos en que convirtieron las tierras que heredaron de la vieja tribu.

Gwynne vuelve su mirada hacia esta parte oculta de la historia para rescatar el tramo final y abrupto de una civilización que vivió aislada, envuelta en sus tradiciones y en sus modos de vida, hasta la llegada de los primeros colonizadores europeos. Pero es mucho hablar del pueblo o de los pueblos indios cuando fueron tantos y tan variados en costumbres y en organización social los que ocuparon Norteamérica. Los indios fueron en realidad un racimo de poblaciones divididas en grandes tribus ramificadas a su vez en comunidades y en bandas de lo más diverso aisladas unas de otras y a menudo en guerra entre sí.

Los comanches son la tribu que ocupa el interés de Gwynne y a la que dedica el libro. Son la poderosa tribu que ocupa las praderas del centro y el sur de lo que hoy es Norteamérica. Una tribu separada del exterior por una barrera geográfica que la aísla y defiende del resto del mundo de un modo natural y ocupando un inmenso territorio donde sus diversas ramas campan a sus anchas desplazándose de un lugar a otro a lo largo del año y viviendo de las extraordinarias manadas de bisontes de cuya caza extraían sus medios de vida.

Gwynne no es un nostálgico ni un moralista. Y su intención no fluye en la dirección de la antropología que busca reivindicar al buen salvaje. Lo que pretende es proyectar una mirada actual sobre lo que se puede definir como un desequilibrado choque de civilizaciones cuyos términos sólo se pueden observar en su totalidad con el paso del tiempo.

Hablar de los comanches es hablar también de los colonos venidos de Europa. Y exponer los argumentos de unos obliga asimismo a exponer los de los otros para componer los términos de un enfrentamiento sin compromiso posible. Es cierto que a los comanches les corresponde en el libro un protagonismo mayor del que tienen los colonizadores blancos. Pero no es una preferencia gratuita del autor la que les concede una mayor relevancia. Es el desconocimiento que ha habido sobre ellos, sobre sus comportamientos, sobre sus modos de vida y sobre su particular carácter lo que obliga a prestar especial atención a su mundo y a ponerlo al mismo nivel del mundo de los blancos, que conocemos tan bien, para enfrentar uno y otro.

En alrededor de veinte años, los comanches pasaron de tener su máximo poder a convertirse en una tribu depauperada, diezmada por las enfermedades, las guerras contra el ejército y las partidas norteamericanas y por el hambre. Estamos en la segunda mitad del siglo XIX.

La comanchería, un amplísimo territorio de praderas había alcanzado su máxima extensión gracias al coraje y al poder guerrero de las bandas indias que la poblaban. Los comanches habían destacado sobre los demás indios por su capacidad de montar y guerrear a caballo. Fue ésta una diferencia circunstancial porque el caballo llegó a América con los españoles y tardó un tiempo en difundirse fuera de sus propiedades. Hubo que esperar a que el ejército de la Corona de España perdiera algunos animales en combate o que pequeños robos llevaran a territorio indio algunos ejemplares para que el caballo se extendiera en el mundo de las praderas.

Otros indios asistieron a la llegada a América de los caballos, pero sólo los comanches los asimilaron y los convirtieron en puntal para un nuevo modo de vida. Y sólo los comanches desarrollaron el cuidado de los caballos y el entrenamiento militar como un modo de afrontar la relación con su entorno. Los comanches, en la época de enfrentamiento más agudo con el hombre blanco habían derrotado ya a los apaches con quienes se habían enfrentado en una guerra de exterminio. En su educación, desde muy jóvenes, los comanches aprendían a cabalgar y a manejar el arco con una destreza como ninguna otra tribu y con una eficacia que superaba a la de los militares americanos atrapados todavía en las reglas de las guerras napoleónicas. A caballo, los comanches superaban a las partidas que defendían los fuertes establecidos en la frontera y hacían de su territorio un santuario inviolable y desconocido para los extraños.

Pero había más. Los comanches eran maestros en el manejo de lo que ahora llamaríamos terror. Su crueldad en la batalla o en las expediciones de ataque era tal que el hombre blanco quedaba desconcertado ante la orgía sanguinaria de los indios de las praderas. Las peores torturas, la decapitación, el arranque de las cabelleras, las mutilaciones eran moneda común en las incursiones comanches. Y eran un argumento añadido en la creación de la imagen del indio como un ser inhumano, dotado de una conciencia moral perversa, al que había que derrotar por cualquier medio.

Es difícil, en la Norteamérica de hoy, hallar el rastro de unas poderosas comunidades que reinaron en su territorio hasta bien avanzado el siglo XIX. La historia de los indios quedó suplantada por la de los colonos blancos que fueron quienes escribieron la historia de la creación de los Estados Unidos y quienes vieron en la construcción de su propio país algo nuevo y heroico sin más protagonistas que ellos mismos, su sacrificio y el enorme esfuerzo desplegado por dominar cualquier adversidad que se opusiera al avance de la civilización de la que eran portadores.

Gwynne nos abre los ojos ampliando nuestra mirada sobre Norteamérica, mostrando al lector una parte de su cara oculta y ayudándole a comprender un poco mejor las raíces y el presente del país que ha conseguido convertirse en el más poderoso en el mundo.

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lunes, 6 de noviembre de 2017

Horizonte móvil. Una expedición literaria a la Antártida

Horizonte móvil. Una expedición literaria a la Antártida

Daniele Del Giudice
Ático de los libros, 2016
169 pp.

La lectura de 'Horizonte móvil' es entretenida y enriquecedora. Representa una oportunidad de acercarnos al continente antártico desde las perspectivas paralelas de las expediciones de hoy y del pasado.


Daniele Del Giudice
Ático de los libros, 2016
169 pp.






Será el cambio climático, será la fascinación que ejerce lo desconocido, será la admiración que despiertan las grandes hazañas, lo cierto es que los polos se han puesto de moda y han pasado de ser una tierra incógnita y ajena a unos lugares que consideramos a nuestro alcance y que despiertan todo el interés.

Las penosas expediciones de los primeros aventureros, que se atrevieron a adentrarse en los lugares más duros e inaccesibles del planeta, se han convertido en epopeyas entre las que sobresalen solamente unas pocas que alcanzaron gran popularidad. Pero de muchas otras, las noticias solamente han llegado hasta los muy interesados que rebuscaron en la documentación dejada por marinos o en instituciones bajo cuyo patrocinio se llevaron a cabo.

Daniele Del Giudice nos propone casi un juego. Nos habla de su propio viaje hacia el Polo Sur y también de viejas expediciones que se arriesgaron a entrar en los hielos antárticos para explorar la tierra y los mares más meridionales del globo.

El viaje de nuestro autor sigue la estela de otros viajeros por tierras australes de América. Retoma el interés de Chatwin por dejarse llevar hacia el sur y por hablar y encontrarse con personas, paisajes y lugares que dan cuenta de la singularidad de esta región extrema. Del Giudice viaja en coche, para pisar el terreno y ir a su aire por caminos poco trillados. Pero, por supuesto, lo suyo no es sólo el romanticismo de deambular sin prisa deteniéndose en paisajes y en recuerdos. Llegar al polo, que es su objetivo, requiere contar con un avión, el buen tiempo necesario para volar en una región tan inhóspita y un lugar donde alojarse en medio de una nada en la que solo han puesto el pie unas pocas bases científicas internacionales.

El relato de Del Giudice nos habla de sus experiencias en lugares que tienen mucho de extraordinario y mueven a la reflexión. Pero nos habla también del pasado de estos lugares porque, en lo que son hoy, pesa de manera singular la presencia a finales del XIX y principios del XX de los primeros colonizadores venidos de todas partes del Europa y América para hacer fortuna y para 'domesticar' un territorio abandonado, cuyos únicos habitantes autóctonos sobrevivían en condiciones extremas y en medio de la penuria.

El pasado cuenta y en este caso es especialmente rastreable por lo reciente. De aquí que el autor recurra a algunas de las expediciones que se aventuraron por los mismos lugares que él recorre y que aportan un punto de vista distinto del suyo. A modo de diario, Del Giudice intercala entre los capítulos donde cuenta su propio viaje, el relato de algunos episodios estas otras expediciones. Las voces de uno y de otros se entremezclan y expanden el horizonte que se abre ante el lector. Las dificultades de la navegación, la vida en una región en buena parte salvaje, la extrema dificultad de desplazarse, la población india... todo un abanico de realidades amenazadoras en aquel momento regresan al presente en una reconstrucción de lo que fueron las regiones australes hace poco màs de cien años.

Horizonte móvil representa una nueva oportunidad de acercarnos al continente antártico desde perspectivas distintas aunque paralelas. Es una lectura entretenida y enriquecedora. Y con la mirada puesta tanto en los hitos de la exploración del pasado como en los proyectos más avanzados de la ciencia que se desarrollan en el polo abre una puerta también al futuro y a la percepción de la importancia que los polos tienen para el avance del conocimiento.

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