martes, 17 de abril de 2018

América

América

Manuel Vilas
Círculo de Tiza, 2017
217 pp.

Nada puede decirse de América que no se haya dicho ya. Pero Manuel Vilas, en su 'América' consigue sorprender y atrapar la atención del lector con sus guiños, sus intuiciones y su aguda mirada.


Manuel Vilas
Círculo de Tiza, 2017
217 pp.





Una cubierta llena de estrellas deja bien claro que la América de la que hablamos es Norteamérica, los Estados Unidos. El autor, Manuel Vilas, escribe mirando al presente para hablarnos de una América viva y sobre todo vivida. Una América de fuerte personalidad, llena de manías y singularidades, atractiva y envidiable. Pero una América contradictoria y oscura también, que en el momento de entregar el autor al editor el libro terminado, deshoja la margarita de si mirarse al ombligo, renunciar a su virtud y elegir a Trump como presidente. Nada está escrito. Ni siquiera que América, la envidiable y estimulante América, tenga el camino claro y sepa a dónde va.

En Manuel Vilas llama la atención la forma de decir, de llegar a la idea por un camino tortuoso, sorprendente y brillante a la vez. Sus licencias cobran sentido bordeando siempre la exageración. La aproximación de Vilas a América, a su América, porque ha vivido en ella y la conoce bien, es creativa, e inesperada y contradictoria. De ahí el gozo que el lector experimenta a lo largo de su lectura.

Malabarista de ideas y de palabras, seguramente, el secreto que esconde Vilas es que es un poeta. Un poeta de verdad dedicado a la poesía, aunque para tranquilidad de los posibles lectores de su libro, lo que cuenta de esta América es pura prosa. Prosa animada, eso sí, por una singular disposición a hallar huecos y ángulos imprevistos y a hacer piruetas que son la sal y la pimienta del relato.

Los olores en América, esos sótanos de las casas americanas que aparecen en las películas para lo bueno y para lo malo, los almacenes Walmart o los lavabos de los aeropuertos son incidencias que componen la abigarrada y tantas veces divertida visión de Vilas sobre América. Pero son incidencias por las que asoman una y otra vez la literatura, la música y la capacidad creativa que tanta personalidad han dado a Norteamérica, que tanto interesan al autor y que tanto contribuyen a definir la modernidad de la cultura norteamericana. Lou Reed y David Bowie están ahí como lo está Warhol marcando su impronta en el presente americano. Y marcando también el contradictorio suceso de ver -en el momento de terminar el libro- a Trump a las puertas de la Casa Blanca.

Trump, según Vilas, lo mismo que los Simpson, ofrece al americano medio un bálsamo y un consuelo, aunque sea hiriente, para que todos sigan siendo dichosos en medio de las ruinas del capitalismo de empresa familiar. La clase media empobrecida se ve reflejada en un entorno que la invita a ser feliz arropada por los valores tradicionales. Provocador, el buceo en el alma americana que propone Vilas saca a la superficie conexiones inéditas que ayudan a comprender un país tan contradictorio. Los pueblerinos Simpson, bocazas muchas veces, añorantes del calor de la familia y en el fondo de las virtudes americanas coinciden con un fenómeno como es Trump que predica y defiende desde la realidad el mismo patrón que da vida a los entrañables personajes de la tele-serie.

Amor y rechazo destila la visión de América que nos trae Vilas. Pero sobre todo amor y reconocimiento incluso por la comida rápida que tantas reservas suscita entre los europeos. En su discurso Vilas busca un horizonte lo más amplio posible para moverse a lo largo y a lo ancho con admirable libertad. Neruda y Santa Teresa de Jesús aparecen en las páginas del libro lo mismo que Dalí y Buñuel, que se enzarzaron de mala manera en el Moma. Y lo mismo que la Coca Cola, objeto de un encendido y brillante elogio para divertimento de todos.

Nada puede decirse de América que no se haya dicho ya o se esté diciendo ahora mismo. Estrecho parece el espacio para sorprender al lector hablando del tema. Pero el hecho es que Manuel Vilas consigue sorprender y atrapar la atención con sus guiños, sus intuiciones y su aguda mirada. Seguramente, hay que repetir que su oficio de poeta lo convierte en un espectador nada habitual de la realidad y al mismo tiempo le da la llamativa soltura que desborda cada página del libro.

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